Veinticuatro horas ha tardado Rodríguez Ibarra en retirar su anunciada propuesta para limitar la presencia y capacidad de chantaje de los nacionalistas a los dos partidos presuntamente nacionales (presunción totalmente infundada en el caso del PSOE) que la actual ley electoral facilita de forma no obligada pero sí acostumbrada. Aunque la forma de presentarla haya sido burda, como corresponde al talante intelectual del personaje, el respaldo abrumador que recibió en nuestra encuesta de ayer demuestra que Ibarra conecta con un sentimiento cada vez más extendido en la opinión pública española, que está hasta las narices del chantaje de las minorías separatistas y de la corrupción de los dos grandes partidos, que venden su alma al diablo con tal de tocar Poder y están a punto de regalar España.
Es la segunda vez en poco tiempo que Ibarra anuncia una propuesta para la Ejecutiva Federal y la retira ante las críticas de sus compañeros de partido o lo que sea este PSOE de Zapatero, que desde que echó a Redondo Terreros se ha convertido, siempre al dictado de Polanco, en la principal herramienta del separatismo para acabar con Nación y con la Constitución. Y es que los principios en el PSOE duran aproximadamente un par de días y las convicciones nunca más allá de 24 horas. La izquierda ex-pañola está medio infantil, medio gagá. Lo mismo rompe con tranquila y feliz irresponsabilidad el juguete que tanto costó pagar a la familia que agarra una llantina porque le llevan la contraria y se niega a probar la cena, para que se fastidie el mundo. Ahora bien, como los niños y los borrachos, esa forma alcornocal del Abuelo Cebolleta que es Rodríguez Ibarra ha dicho la verdad, y se la ha recordado, entre otros, a esa nada promovida al todo que se llama Patxi López.