Cuando a las pocas horas de la masacre de Manhattan el Presidente de los Estados Unidos anunció que su país estaba dispuesto a dar y a ganar la guerra contra el terrorismo, sin importar el tiempo y esfuerzo que costase, algunos, no muchos, dijimos que se había abierto una nueva época en la Historia y que el Siglo XXI recién nacido iba a estar marcado por la lucha entre la civilización occidental y quienes están dispuestos a morir destruyéndola. Pero también dijimos entonces que si el comunismo se había hundido solo, no por el esfuerzo continuado de las democracias, y si áreas estratégicas decisivas de las sociedades modernas, como la educación y la comunicación, seguían en manos de los enemigos de la libertad, la guerra contra el terrorismo no sería fácil de ganar. Y no tanto por sus enemigos exteriores, sino por los de dentro, que son peores.
Si la guerra de Afganistán pareció alumbrar un comportamiento internacional distinto con respeto a los USA, la de Irak ha demostrado cómo los viejos y los nuevos enemigos de la libertad o, lo que es lo mismo, los que quieren disfrutar de las comodidades de Occidente pero también de las de sus enemigos y librarse de los peligros de ser norteamericano o judío, estaban dispuestos no sólo a no respaldar el esfuerzo norteamericano, sino a apuñalarlo por la espalda. Francia es el modelo.
Aznar hizo una apuesta arriesgada pero justa en los prolegómenos de la Guerra de Irak. La respuesta de la izquierda política y de la mayor parte del periodismo español fue tratar de echar del poder al PP a patadas con la excusa de la Guerra. En aquellas semanas de dramática soledad del presidente y de acoso desatado a la libertad de los españoles, Libertad Digital fue uno de los pocos medios de comunicación, con ABC y parte de la COPE, que respaldó la actuación del Gobierno. Seguimos haciéndolo ahora. Pero desde ese respaldo que no está sujeto a escrutinio, porque se basa en los principios, queremos pedir al Presidente que medite sobre sus justas palabras de indignación acerca de los terroristas bailando sobre los cadáveres de los españoles asesinados en Irak. Son las mismas imágenes que hemos visto de los súbditos de Arafat celebrando los atentados del 11-S o las masacres de judíos. Es cierto que el terrorismo es el mismo en todas partes. Es hora, pues, de dejar de subvencionarlo en la Autoridad Palestina, o en Libia, o en Siria. Hay que ser coherentes, como ha dicho Aznar, pero del todo. Hay que seguir en Bagdad, faltaría más, pero no hay que dar un euro más a Arafat. Es contra el terrorismo y es una guerra. Actuemos en consecuencia.