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Los listados telefónicos muestran la relación de Rafá Zouhier con la mochila de Vallecas

Hasta ahora, ninguna de las numerosas declaraciones de Rafá Zouhier ha contribuido a esclarecer la autoría del 11-M. Siempre se ha exhibido como un atareado confidente de la Guardia Civil que no hizo sino alertar a sus controladores de lo que se avecinaba.

Hasta ahora, ninguna de las numerosas declaraciones de Rafá Zouhier ha contribuido a esclarecer la autoría del 11-M. Siempre se ha exhibido como un atareado confidente de la Guardia Civil que no hizo sino alertar a sus controladores de lo que se avecinaba.
Pero lo cierto es que gran parte de la versión oficial sobre la masacre está escrita gracias a sus aportaciones. Ahora sabemos, por los listados telefónicos que figuran en el sumario, que uno de los teléfonos con los que Rafá se comunicaba salió del mismo lote del que apareció conectado a una bomba en la famosa mochila de Vallecas. También sabemos, por esos listados, que Zouhier no dijo la verdad sobre sus contactos con El Chino.
 
Rafá Zouhier es un personaje enormemente peculiar dentro del 11-M. En teoría, Zouhier es el nexo de unión entre la trama asturiana y el grupo de Jamal Ahmidan, pero todo lo que rodea a la figura de Zouhier ha estado desde el principio envuelto en la polémica.
 
Para empezar, su aparición en escena: este marroquí entra en la instrucción del 11-M como consecuencia de un hecho inexplicable, de una más de esas "casualidades" que trufan toda la investigación. Como recordarán los lectores de "Los enigmas del 11-M", los teléfonos de dos de los implicados en el 11-M (El Chino y Otman El Gnaoui) estaban intervenidos antes del 11-M pero, casualmente, al día siguiente de los atentados la Policía solicita que se cancelen las intervenciones de esos dos personajes y que se intervenga, en su lugar, el teléfono de Rafá Zouhier.
 
Gracias a esa intervención telefónica, se capta una conversación el día 16 de marzo entre Rafá Zouhier y el agente "Víctor" de la Unidad Central Operativa(UCO) de la Guardia Civil. Esa conversación, que fue publicada en los medios de comunicación y que, releída hoy, apesta a conversación preparada, nos permitió enterarnos de muchas cosas:
  • de que Rafá Zouhier era confidente de la UCO
  • de que había un narcotraficante que vivía por Vallecas (El Chino) y que se dedicaba a algún tipo de negocios por el País Vasco
  • de que ese misterioso narcotraficante podía tener algo que ver con la masacre del 11-M
  • y de que había unos asturianos mezclados en todo el tema y que algo tenían que ver con Jamal Ahmidan.
Rafá Zouhier juega un papel fundamental en todo el montaje de la versión oficial. Son sus declaraciones las que hacen que se atribuya (falsamente) el apodo de El Chino a Jamal Ahmidan. Es su aparición en escena (junto con la de Trashorras) la que presta credibilidad a toda la trama asturiana, haciendo que los ojos de la opinión pública se volvieran hacia Avilés y se alejaran así de Madrid. Son sus relaciones con la UCO las que hicieron que la atención se centrara en la Guardia Civil, dejando así de lado el comportamiento de la Policía.
 
Después, la figura de Zouhier fue clave para entretener a los medios y al juez con historias donde las mentiras se mezclaban con las medias verdades y el resultado era únicamente ruido. El sumario del 11-M contiene docenas de cartas enviadas al juez por Zouhier, en las que éste repite siempre las mismas ideas: "yo avisé", "no me hicieron caso", "soy un leal colaborador de la Guardia Civil". Pero lo cierto es que Zouhier ha ido cambiando sus declaraciones con el tiempo, sin jamás llegar a explicar claramente de qué, cómo y cuándo avisó, y sin llegar jamás a arrojar luz sobre nada.
 
Si a esto le sumamos los episodios teatrales, la confusión es absoluta: las teatrales denuncias de Zouhier sobre presiones en la cárcel por parte de la UCO; las no menos teatrales declaraciones de los mandos de la UCO en la Comisión 11-M, con aparentes amenazas a Zouhier; la denuncia de un preso de que Zouhier va por la cárcel presumiendo de que le han prometido cobrar 60.000 euros por comerse el marrón; la denuncia de Zouhier sobre las presiones policiales a algunos imputados para que le impliquen en la trama... Analizando el papel de Zouhier, uno no puede evitar acordarse de la canción de Joaquín Sabina: ruido mentiroso, ruido entrometido, ruido escandaloso, silencioso ruido, ...
 
El silencioso ruido
 
Porque lo gracioso de todo ese ruido es el silencio que queda al final. Nada emerge de toda esa confusión: ni las declaraciones de Zouhier han servido para aclarar la trama del 11-M, ni nos hemos podido hacer una idea de cuál es el papel en la trama del propio Zouhier.
 
Zouhier ha mantenido siempre en sus declaraciones que su relación con Jamal Ahmidan y su grupo de islamistas era escasa, que él sólo tenía relación con los asturianos (concretamente con Antonio Toro) y que él avisó de todo lo que estaba sucediendo. Y lo curioso es que las investigaciones de la Policía (a pesar de todo ese teatro sobre el pobre confidente a quien machacan por denunciar que él había avisado de lo que se estaba preparando) han ido dirigidas a corroborar la versión de Zouhier. Hasta tal punto, que dos años y medio después de los atentados el juez sigue sin saber qué papel jugó este marroquí. Basta con leer las imputaciones contra Zouhier que se detallan en el Auto de Conclusión del sumario: mientras que a otros imputados se les achacan conductas concretas y se especifica su posible participación en la trama, de Zouhier apenas se esbozan unos raquíticos párrafos que, si uno los analiza, lo único que dicen es que no se sabe qué es lo que ha hecho Zouhier, pero que su conducta resulta sospechosa. Nada, en definitiva, por lo que este confidente pudiera llegar a ser condenado en un juicio. La Policía llega incluso a decir en el Auto de Procesamiento (folio 901), que al analizar los listados de llamadas telefónicas de Zouhier no constan contactos telefónicos entre él y Jamal Ahmidan. Y, sin embargo, ...
 
Los contactos con Jamal
 
La realidad es bien distinta a como la pinta la Policía en los estudios sobre contactos telefónicos enviados al juez. Los listados originales de llamadas aportados por las operadoras revelan que Zouhier contactó en determinadas fechas clave con tres de los teléfonos usados por Jamal Ahmidan: el 656619534, el 666877592 y el 656722489. Quédese el lector con el último de estos tres teléfonos, porque tiene una importancia fundamental, como luego explicaremos.
 
Desde diciembre de 2003 a marzo de 2004, hay un total de 25 contactos entre el teléfono de Rafá Zouhier y esos tres teléfonos que la propia Policía atribuye a Jamal Ahmidan. ¿Cómo es posible, entonces, que la Policía le diga al juez que no le consta ningún contacto?
 
Como parece que viene siendo costumbre, fue la Guardia Civil quien llamó la atención del juez sobre la existencia de esos contactos y sobre la importancia de algunos de los mismos (dadas las fechas en que se producen). En concreto, la Guardia Civil envió un informe al juez Del Olmo el 14 de febrero de 2006 en que se analizan exhaustivamente los listados de llamadas de Rafá Zouhier y se detallan las comunicaciones mantenidas con el agente "Víctor" y con diversos implicados en el 11-M, incluido Jamal Ahmidan.
 
El informe de la Guardia Civil pone de manifiesto no sólo la existencia de contactos directos con esos tres teléfonos de Jamal Ahmidan, sino también que existen 13 teléfonos que figuran como contactos comunes de Jamal Ahmidan y Zouhier, es decir, 13 teléfonos con los que Jamal Ahmidan mantuvo contactos y con los que contactó también Zouhier.
 
La existencia de esos contactos no sólo demuestra, una vez más, que la Policía no ha dicho la verdad al juez Del Olmo, sino también que Zouhier ha podido mentir al presentar su relación con Jamal Ahmidan como algo tangencial o poco importante.
 
Las fechas de contacto
 
Pero lo verdaderamente importante de los contactos de Zouhier y Jamal Ahmidan son, como vamos a ver, otras dos cosas. En primer lugar, las fechas de esos contactos, especialmente las relativas al tercero de los teléfonos que hemos mencionado anteriormente.
 
Con el teléfono 656619534 se producen un total de tres contactos, todos ellos durante el mes de diciembre de 2003. Con el teléfono 666877592 se realizan cinco contactos, todos ellos entre los días 15 y 16 de enero de 2004. Y con el teléfono 656722489 (que es el verdaderamente crucial), se producen las llamadas siguientes:
  • tres llamadas el 27 de febrero de 2004
  • una llamada el 28 de febrero, de madrugada
  • cuatro llamadas el 6 de marzo
  • una llamada el 7 de marzo
  • una llamada el 8 de marzo
  • dos llamadas el 9 de marzo
  • tres llamadas el 10 de marzo, la última a las 20:50
  • dos llamadas el 11 de marzo, ambas a última hora de la tarde
Todas ellas son llamadas de Jamal Ahmidan a Zouhier. Es decir, Jamal Ahmidan contacta con Rafá Zouhier en cuatro ocasiones justo antes del episodio de transporte de los explosivos, vuelve a contactar con él en 11 ocasiones más en los cinco días inmediatamente anteriores a la masacre y contacta, de nuevo, por dos veces la misma tarde de los atentados. ¿De qué hablaron en esas conversaciones?
 
Posteriormente, los días 17 y 18 de marzo de 2004 (¿probablemente por indicación de la Policía o de sus controladores de la UCO?), Zouhier llama en dos ocasiones a ese teléfono de Jamal Ahmidan, sin conseguir comunicar.
 
¿De verdad que Zouhier no tenía ninguna relación con Jamal Ahmidan? Si hemos de creer a la Policía, que es quien atribuye ese teléfono a Jamal Ahmidan, parece estar claro que Rafá Zouhier está mintiendo, puesto que los contactos son numerosos, especialmente antes del atentado.
 
Pero no es esto, tampoco, lo más importante.
 
La mochila de Vallecas
 
Lo más importante de estos contactos, lo que verdaderamente muestra que el papel de Rafá Zouhier puede ser mucho más complejo de lo que nos creíamos, es que ese teléfono 656722489 resulta ser uno de los teléfonos del lote de 200 que, comercializado a través de las empresas Interdist Móvil y Sindhu Enterprise, terminó llegando (supuestamente) al locutorio de Lavapiés donde (supuestamente) se compraron también los teléfonos de la mochila de Vallecas.
 
Ese teléfono es atribuido por la Policía a Jamal Ahmidan, pero lo cierto es que ese teléfono tan sólo se utilizó para efectuar llamadas a Rafá Zouhier. En otros casos, la Policía ha podido atribuir un determinado teléfono a un cierto imputado analizando el conjunto de las llamadas: si se detecta, por ejemplo, un gran número de llamadas a la mujer, a la madre y a los hermanos de Fulanito Pérez, pero no hay ninguna llamada al propio Fulanito Pérez, se puede deducir que es Fulanito Pérez el que ha estado usando ese teléfono. Pero en este caso, donde el teléfono sólo se utilizó para comunicarse con Rafá Zouhier, ¿cómo supo la Policía que pertenecía a Jamal Ahmidan?
 
La única forma en que pueden haberlo sabido es porque así lo confesara a la Policía el propio Zouhier ("El que me llamaba a través de ese teléfono era Jamal Ahmidan"). Pero, si Zouhier declaró eso, ¿por qué la Policía le dice al juez que no le constaban contactos entre Ahmidan y Zouhier? ¿Mentían de manera consciente?
 
Y esto nos lleva a otra pregunta aún más importante: si fue Zouhier quien declaró que ese teléfono pertenecía a Jamal Ahmidan, ¿cómo podemos estar seguros de que en efecto sea así? ¿Cómo podemos estar seguros de que está diciendo la verdad, teniendo en cuenta la cantidad de ruido que ha introducido en el sumario? Podría ser que, en realidad, ese teléfono perteneciera a cualquier otra persona implicada en la trama. Y que Zouhier (por voluntad propia o ajena) declarara que el usuario era Jamal Ahmidan para tapar a esa otra persona.
 
Porque lo fundamental no es si el usuario era Jamal Ahmidan o no, sino que ese teléfono está directamente conectado con el de la mochila de Vallecas. Lo que implica que existe alguna relación anterior al 11-M entre Zouhier y quienes fabricaron esa mochila número 13. Lo que a su vez implica que Zouhier podría decirnos mucho de los preparativos que condujeron, si no a la masacre, sí por lo menos a las cortinas de humo posteriores.
 
Colofón
 
A lo largo de estos dos años y medio, Zouhier ha estado repitiendo una y otra vez, para todo aquél que le quisiera escuchar, que él no es un terrorista, sino un confidente de nuestras fuerzas policiales. Y que él no tiene nada que ver con el atentado. Y que él, como buen confidente, avisaba de todo a sus controladores.
 
Con los últimos informes de la Guardia Civil, está claro que su nivel de implicación en la trama del 11-M sube de grado, complicando su horizonte judicial. Los listados de llamadas prueban una relación directa de Zouhier con el lote de teléfonos de la mochila de Vallecas, así que quizá Zouhier no vaya a tener muchas más oportunidades de demostrar cuánto había de verdad en sus proclamas de inocencia. La cuestión es muy sencilla y Zouhier debería poder aclararla en un minuto: ¿quién llamaba a Zouhier desde ese teléfono relacionado con el de la mochila de Vallecas? Si verdaderamente era Jamal Ahmidan, como dice la Policía, Zouhier tiene un problema.

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