Pues, a tenor de lo que ha logrado y de lo que va a lograr, ni por esas: Rodríguez Zapatero fue un desastre para la imagen, el papel y el peso de España en el mundo en sus primeros cuatro años al frente del gobierno, lo es todavía y lo seguirá siendo mientras continúe en el cargo. Por él, ni a la tercera.
De prestadillo
El año comenzó con la desagradable sorpresa para el ejecutivo socialista de ver cómo no era invitado a la reunión convocada por Gordon Brown para abordar con los grandes de Europa el tema de la crisis económica. Metidos como estábamos por aquel entonces en plena campaña electoral, la demagogia oficial quiso explicar nuestra ausencia por el hecho de que en España no había ni habría crisis sobre la que discutir (como bien sabría por boca de Solbes semanas más tarde Manuel Pizarro).
Pero la hubo, claro que la hubo. Eso sí, Rodríguez Zapatero lo primero que hizo fue echar la culpa de la quiebra del sistema financiero a Bush y sus neocons. Andaba aún ensimismado en la defensa de la solidez de nuestro sistema económico (recuerden su célebre desayuno neoyorquino del 24 de septiembre), chuleándose por haber pasado a Italia y por poder pasar a Francia en pocos años. Y cuando la crisis se le vino definitivamente encima quiso convertirse en el paladín de la salvación del sistema encabezando un movimiento –corto de vuelos, hay que añadir– en pro de la refundación del capitalismo. La huestes oficiales y oficiosas de Zapatero intentaron hacernos creer que el presidente sonriente fue el artífice de la cumbre del Eurogrupo del 12 de octubre, pero el protagonismo acabó robándoselo quien la convocaba, Nicolás Sarkozy. Entre otras cosas, porque la velocidad de reacción del ejecutivo español en nada puede a la turbopolítica del presidente galo, verdaderamente arrolladora.
En vista de que la crisis se iba a encarar –más que a resolver– en el marco del G-20, Rodríguez Zapatero movió cielo y tierra para estar presente en dicha cita, aunque no le correspondiera. ¿Cómo se iban a tomar las decisiones de la recreación del capitalismo sin su participación? Intolerable. Gimió por medio mundo, y hasta parece, según la prensa gala, que prometió a Sarkozy todo lo que le pidiera. Y aunque al final es verdad que estuvo en la cumbre de Washington, hay que recordar que lo hizo de prestado, compartiendo con Holanda una silla propiedad de Francia. Aún peor: sin la bandera nacional, bajo la de la UE. Para colmo, la reunión, lejos de aspirar a refundar el capitalismo, se prodigó en votos de confianza en el sistema, y la máxima decisión que tomaron los presentes fue volver a verse las caras pasados unos meses. ¿Alguien recuerda la revolucionaria contribución del presidente español? ¿No? Mejor, porque es para ruborizarse.
La próxima cumbre del G-20 será en Londres, a comienzos de abril. Recientemente preguntaron a Gordon Brown sobre los asistentes, y el premier dijo, con su sequedad tradicional, que los miembros del G-20. O sea, que la España de Zapatero no ha consolidado nada: si fue a Washington fue gracias a la generosidad de su principal demonio, George W. Bush, y si acaba recalando en Londres se lo deberá a otro.
Del Hindu Kush al desarme
Rodríguez Zapatero aprendió de su primer ministro de Defensa, José Bono, lo que se puede hacer desde el Ministerio de Defensa en términos de imagen. Por eso nombró como sucesor transitorio del albaceteño a un buen amigo suyo de perfil bajo, para finalmente entregarle la cartera a su estrella mediática más querida, la catalana y pacifista Carmen Chacón, la primera mujer que ostenta tal cartera en nuestro país.
Chacón, embarazada a la hora de jurar el cargo, se vio obligada a visitar apresuradamente todas nuestras tropas en el exterior para demostrar al mundo que su condición y estado no le impedían hacerse con el mando; a pesar de sus giras nos costaran un Congo en personal médico auxiliar y estilistas para la foto y de que en poco o nada se haya notado cuanto esfuerzo hizo por aquellos días.
La noticia más lamentable del año para nuestras tropas fue el ataque suicida, el pasado noviembre, contra el contingente desplegado en Afganistán, que dejó dos muertos y cuatro heridos, todos ellos de la Brigada Ligera Aerotransportable (Brilat), con base en Galicia. Afganistán, que era la guerra buena de Zapatero, se irá convirtiendo poco a poco en su pesadilla. La situación en la zona es de creciente riesgo para las tropas de la ISAF, y en especial para aquellos destacamentos que tienen muy limitadas sus acciones por restricciones políticas de sus respectivos gobiernos, como es el caso del español. No cuentan con el número de tropas suficiente para garantizar su seguridad de manera fiable, ni con los medios adecuados para hacer frente a las amenazas llegan a la velocidad requerida.
Además, en Afganistán el ejecutivo español ha jugado a ir a la contra de los americanos, en la esperanza de que la victoria de Obama traiga una nueva estrategia desde Washington. Pero de momento sólo se ha granjeado críticas por la inacción de nuestras fuerzas en determinadas circunstancias y la insolidaridad de nuestro gobierno para con el resto de aliados combatientes. Habrá que ver cuál es la reacción al pedido de Obama de que la OTAN haga más en ese país asiático.
Lo más llamativo es la creciente esquizofrenia entre la retórica y la realidad. Así, la ministra afirma un día que nuestros militares luchan y mueren en el Hindu Kush por salvaguardar la seguridad de las familias españolas y al día siguiente presenta un presupuesto de Defensa que ahonda la crisis del sector en todas sus facetas, sobre todo en lo tocante a adquisiciones y operatividad. Lo que contrasta enormemente con el abultado presupuesto de la Unidad Militar de Emergencia (UME). Con la tendencia inaugurada por Chacón, en pocos años los militares tendrán que pagar de su bolsillo la munición, porque no quedará nada para nuevas compras de material.
La España nacionalizable
Uno de los grandes cambios económicos que ha experimentado nuestro país en los últimos años es la emergencia de compañías españolas de gran envergadura, que toman parte en el mercado global y tienen un enorme volumen de negocio. El sector energético y el de las telecomunicaciones han sido emblemáticos al respecto. La vinculación tradicional de España con América Latina, así como la bonanza económica que ha disfrutado en los últimos años esta última, empujó a algunas de nuestras empresas a realizar fuertes inversiones en aquellas tierras. Repsol fue una de ellas.
Cuando Rodríguez Zapatero llegó al poder, corrió a rodearse de los enemigos de Aznar y Bush en Iberoamérica. De esos polvos vinieron los lodos de 2008: en lugar de defender los intereses de las empresas españolas que han visto sus inversiones sometidas a auténticos asaltos, el gobierno español o dejó hacer o no supo qué hacer. Evo Morales, a quien tanto se ayudó desde Exteriores cuando estaba en campaña, nacionalizó los hidrocarburos de Bolivia en 2006, y desde entonces ha sometido a una auténtica persecución a los directivos de la empresa energética española. Los registros a las dependencias de la misma y las encarcelaciones de algunos de sus directivos no tuvieron más efecto que una tibia llamada telefónica por parte de la vicepresidenta De la Vega, quien sólo obtuvo vagas promesas por parte de Morales. El triunfo ha caído, como era de esperar, del lado boliviano: hace apenas unas semanas, Repsol y el gobierno de Morales pactaban la venta de acciones de la filial andina, para que Bolivia se haga con el paquete mayoritario en la misma. Cierto que la alternativa era la pérdida del 100% de la compañía, pero eso no exime al gobierno socialista de su falta de apoyo.
El más reciente caso viene de Argentina, donde hace unos días se aprobó la expropiación al grupo Marsans de las Aerolíneas Argentinas sin que Rodríguez Zapatero o alguno de sus ministros dijeran ni mu. Cuando a un gobierno no le interesa que sus empresarios resulten asaltados, y sus intereses menoscabados o amenazados, la cosa es grave. ¿Qué es lo que le puede interesar, si no?
Al Ándalus: la España amenazada
Según fuentes de Athena Intelligence, durante el mandato de Zapatero se ha arrestado en nuestro suelo a 361 islamistas relacionados con actividades terroristas. De ellos sólo 32 permanecen en prisión, bien porque han sido condenados, bien preventivamente; lo cual dice mucho tanto de la inadecuación de nuestro sistema legal para encausar a los yihadistas como de la premura con que se ven obligados a trabajar los cuerpos de seguridad en sus intentos por que no vuelva a producirse otro 11-M.
A pesar del alcance de las operaciones policiales, la amenaza yihadista sobre España no ha hecho sino crecer, y muy significativamente, en este año que acaba. Las referencias a la reconquista de Al Ándalus son ya comunes en los chats de los radicales, y están cada vez más presentes en los comunicados de los dirigentes de Al Qaeda. Es más, con la constitución de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico y su campaña de atentados en Argelia, el enemigo se nos acerca más que peligrosamente. No en balde su líder, Abdelmalek Droukdel, lanzó a comienzos de septiembre una diatriba incendiaria contra nuestros intereses en el Norte de África, así como un llamamiento para atentar contra las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, en la estela de lo que ya sugiriera Ayman al Zawahiri, el lugarteniente de Bin Laden.
Es preocupante el dato de que en todos los atentados, frustrados o no, registrados en Europa haya habido siempre algún marroquí involucrado; como lo es el hecho de que cada vez más la policía detenga a pakistaníes residentes en España como supuestos miembros de células terroristas.
Pero el gobierno calla, sosteniendo la ficción de que estamos a salvo gracias a que ni Aznar ni Bush están ya en el poder. Convendría saber cuál es la reacción del secretario de Seguridad ante las detenciones de células afganas en Bélgica y París este mismo mes de diciembre, y su posible conexión con las amenazas talibanes contra nuestra presencia en Afganistán. Si nuestros vecinos se las toman en serio, España no tiene por qué ser diferente. ¿O sí?
Moratinos, El País y los radicales libres
Ante la falta de ideas e iniciativas de un gobierno del que todo el mundo dice que está ya quemado, el año se cierra con el socorrido retorno a Aznar, esta vez bajo la forma de filtración al diario El País de un documento de un director general por el que supuestamente quedaría constancia de que España autorizó escalas en su territorio de aviones que traslababan presos afganos al centro de detención de Guantánamo. En testimonio ante el Congreso, Miguel Ángel Moratinos admitió que dicho documento estaba extraviado, que no se encontraba entre los papeles de su ministerio. ¿Se habría filtrado el original chapuceramente? ¿O se estaba negando la mayor para no comprometerse con una realidad en la que el gobierno Zapatero está metido hasta el cuello? Como el propio diario El País admite, hubo más vuelos bajo Zapatero que en los años de Aznar.
La reacción del gobierno no dejó de ser patética: primero dijo que hubo vuelos pero no escalas; luego, que no se sabía nada, a pesar de que se evacuaron notas internas sobre el tratamiento informativo de la cuestión hace meses; por último, el presidente, en uno de sus actos de cinismo, se excusó por su desconocimiento y lo achacó a la vieja historia del "barrido informático" de La Moncloa, que los tribunales ya negaron en su día.
Lo raro es que nadie haya dicho que lo de los vuelos y sus derechos de paso y escala fue un acuerdo del Consejo Atlántico de 2001 (uno de los ocho puntos en los que se tradujo la activación del artículo 5 del Tratado de Washington tras los ataques del 11-S), y que se sepa ninguno de los embajadores de Zapatero ante la OTAN lo ha denunciado. Pero, en fin, tal vez Moratinos quiera ahora adoptar para España alguno de los terroristas que todavía siguen en Guantánamo. Al fin y al cabo, y a tenor de lo que sucede en el País Vasco, ANV y ETA, ¿quién no quiere un terrorista en su mesa?
Un futuro muy negro
La mejor noticia para Rodríguez Zapatero de todo el 2008 ha sido la elección de Barack Hussein Obama como sucesor de George W. Bush. Veremos cuánto tarda en darse cuenta de que se equivoca, de que Obama no le salva. Puede que ambos sean de la misma raza (política, se entiende), pero Obama es más serio y tiene que dar unas respuestas a sus ciudadanos para las que, simplemente, Zapatero no está preparado y en las que nada pinta. El primer test será Afganistán, y ahí esperamos ver al mejor Rodríguez Zapatero, con sus habilidades escurridizas.
De prestadillo
El año comenzó con la desagradable sorpresa para el ejecutivo socialista de ver cómo no era invitado a la reunión convocada por Gordon Brown para abordar con los grandes de Europa el tema de la crisis económica. Metidos como estábamos por aquel entonces en plena campaña electoral, la demagogia oficial quiso explicar nuestra ausencia por el hecho de que en España no había ni habría crisis sobre la que discutir (como bien sabría por boca de Solbes semanas más tarde Manuel Pizarro).
Pero la hubo, claro que la hubo. Eso sí, Rodríguez Zapatero lo primero que hizo fue echar la culpa de la quiebra del sistema financiero a Bush y sus neocons. Andaba aún ensimismado en la defensa de la solidez de nuestro sistema económico (recuerden su célebre desayuno neoyorquino del 24 de septiembre), chuleándose por haber pasado a Italia y por poder pasar a Francia en pocos años. Y cuando la crisis se le vino definitivamente encima quiso convertirse en el paladín de la salvación del sistema encabezando un movimiento –corto de vuelos, hay que añadir– en pro de la refundación del capitalismo. La huestes oficiales y oficiosas de Zapatero intentaron hacernos creer que el presidente sonriente fue el artífice de la cumbre del Eurogrupo del 12 de octubre, pero el protagonismo acabó robándoselo quien la convocaba, Nicolás Sarkozy. Entre otras cosas, porque la velocidad de reacción del ejecutivo español en nada puede a la turbopolítica del presidente galo, verdaderamente arrolladora.
En vista de que la crisis se iba a encarar –más que a resolver– en el marco del G-20, Rodríguez Zapatero movió cielo y tierra para estar presente en dicha cita, aunque no le correspondiera. ¿Cómo se iban a tomar las decisiones de la recreación del capitalismo sin su participación? Intolerable. Gimió por medio mundo, y hasta parece, según la prensa gala, que prometió a Sarkozy todo lo que le pidiera. Y aunque al final es verdad que estuvo en la cumbre de Washington, hay que recordar que lo hizo de prestado, compartiendo con Holanda una silla propiedad de Francia. Aún peor: sin la bandera nacional, bajo la de la UE. Para colmo, la reunión, lejos de aspirar a refundar el capitalismo, se prodigó en votos de confianza en el sistema, y la máxima decisión que tomaron los presentes fue volver a verse las caras pasados unos meses. ¿Alguien recuerda la revolucionaria contribución del presidente español? ¿No? Mejor, porque es para ruborizarse.
La próxima cumbre del G-20 será en Londres, a comienzos de abril. Recientemente preguntaron a Gordon Brown sobre los asistentes, y el premier dijo, con su sequedad tradicional, que los miembros del G-20. O sea, que la España de Zapatero no ha consolidado nada: si fue a Washington fue gracias a la generosidad de su principal demonio, George W. Bush, y si acaba recalando en Londres se lo deberá a otro.
Del Hindu Kush al desarme
Rodríguez Zapatero aprendió de su primer ministro de Defensa, José Bono, lo que se puede hacer desde el Ministerio de Defensa en términos de imagen. Por eso nombró como sucesor transitorio del albaceteño a un buen amigo suyo de perfil bajo, para finalmente entregarle la cartera a su estrella mediática más querida, la catalana y pacifista Carmen Chacón, la primera mujer que ostenta tal cartera en nuestro país.
Chacón, embarazada a la hora de jurar el cargo, se vio obligada a visitar apresuradamente todas nuestras tropas en el exterior para demostrar al mundo que su condición y estado no le impedían hacerse con el mando; a pesar de sus giras nos costaran un Congo en personal médico auxiliar y estilistas para la foto y de que en poco o nada se haya notado cuanto esfuerzo hizo por aquellos días.
La noticia más lamentable del año para nuestras tropas fue el ataque suicida, el pasado noviembre, contra el contingente desplegado en Afganistán, que dejó dos muertos y cuatro heridos, todos ellos de la Brigada Ligera Aerotransportable (Brilat), con base en Galicia. Afganistán, que era la guerra buena de Zapatero, se irá convirtiendo poco a poco en su pesadilla. La situación en la zona es de creciente riesgo para las tropas de la ISAF, y en especial para aquellos destacamentos que tienen muy limitadas sus acciones por restricciones políticas de sus respectivos gobiernos, como es el caso del español. No cuentan con el número de tropas suficiente para garantizar su seguridad de manera fiable, ni con los medios adecuados para hacer frente a las amenazas llegan a la velocidad requerida.
Además, en Afganistán el ejecutivo español ha jugado a ir a la contra de los americanos, en la esperanza de que la victoria de Obama traiga una nueva estrategia desde Washington. Pero de momento sólo se ha granjeado críticas por la inacción de nuestras fuerzas en determinadas circunstancias y la insolidaridad de nuestro gobierno para con el resto de aliados combatientes. Habrá que ver cuál es la reacción al pedido de Obama de que la OTAN haga más en ese país asiático.
Lo más llamativo es la creciente esquizofrenia entre la retórica y la realidad. Así, la ministra afirma un día que nuestros militares luchan y mueren en el Hindu Kush por salvaguardar la seguridad de las familias españolas y al día siguiente presenta un presupuesto de Defensa que ahonda la crisis del sector en todas sus facetas, sobre todo en lo tocante a adquisiciones y operatividad. Lo que contrasta enormemente con el abultado presupuesto de la Unidad Militar de Emergencia (UME). Con la tendencia inaugurada por Chacón, en pocos años los militares tendrán que pagar de su bolsillo la munición, porque no quedará nada para nuevas compras de material.
La España nacionalizable
Uno de los grandes cambios económicos que ha experimentado nuestro país en los últimos años es la emergencia de compañías españolas de gran envergadura, que toman parte en el mercado global y tienen un enorme volumen de negocio. El sector energético y el de las telecomunicaciones han sido emblemáticos al respecto. La vinculación tradicional de España con América Latina, así como la bonanza económica que ha disfrutado en los últimos años esta última, empujó a algunas de nuestras empresas a realizar fuertes inversiones en aquellas tierras. Repsol fue una de ellas.
Cuando Rodríguez Zapatero llegó al poder, corrió a rodearse de los enemigos de Aznar y Bush en Iberoamérica. De esos polvos vinieron los lodos de 2008: en lugar de defender los intereses de las empresas españolas que han visto sus inversiones sometidas a auténticos asaltos, el gobierno español o dejó hacer o no supo qué hacer. Evo Morales, a quien tanto se ayudó desde Exteriores cuando estaba en campaña, nacionalizó los hidrocarburos de Bolivia en 2006, y desde entonces ha sometido a una auténtica persecución a los directivos de la empresa energética española. Los registros a las dependencias de la misma y las encarcelaciones de algunos de sus directivos no tuvieron más efecto que una tibia llamada telefónica por parte de la vicepresidenta De la Vega, quien sólo obtuvo vagas promesas por parte de Morales. El triunfo ha caído, como era de esperar, del lado boliviano: hace apenas unas semanas, Repsol y el gobierno de Morales pactaban la venta de acciones de la filial andina, para que Bolivia se haga con el paquete mayoritario en la misma. Cierto que la alternativa era la pérdida del 100% de la compañía, pero eso no exime al gobierno socialista de su falta de apoyo.
El más reciente caso viene de Argentina, donde hace unos días se aprobó la expropiación al grupo Marsans de las Aerolíneas Argentinas sin que Rodríguez Zapatero o alguno de sus ministros dijeran ni mu. Cuando a un gobierno no le interesa que sus empresarios resulten asaltados, y sus intereses menoscabados o amenazados, la cosa es grave. ¿Qué es lo que le puede interesar, si no?
Al Ándalus: la España amenazada
Según fuentes de Athena Intelligence, durante el mandato de Zapatero se ha arrestado en nuestro suelo a 361 islamistas relacionados con actividades terroristas. De ellos sólo 32 permanecen en prisión, bien porque han sido condenados, bien preventivamente; lo cual dice mucho tanto de la inadecuación de nuestro sistema legal para encausar a los yihadistas como de la premura con que se ven obligados a trabajar los cuerpos de seguridad en sus intentos por que no vuelva a producirse otro 11-M.
A pesar del alcance de las operaciones policiales, la amenaza yihadista sobre España no ha hecho sino crecer, y muy significativamente, en este año que acaba. Las referencias a la reconquista de Al Ándalus son ya comunes en los chats de los radicales, y están cada vez más presentes en los comunicados de los dirigentes de Al Qaeda. Es más, con la constitución de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico y su campaña de atentados en Argelia, el enemigo se nos acerca más que peligrosamente. No en balde su líder, Abdelmalek Droukdel, lanzó a comienzos de septiembre una diatriba incendiaria contra nuestros intereses en el Norte de África, así como un llamamiento para atentar contra las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, en la estela de lo que ya sugiriera Ayman al Zawahiri, el lugarteniente de Bin Laden.
Es preocupante el dato de que en todos los atentados, frustrados o no, registrados en Europa haya habido siempre algún marroquí involucrado; como lo es el hecho de que cada vez más la policía detenga a pakistaníes residentes en España como supuestos miembros de células terroristas.
Pero el gobierno calla, sosteniendo la ficción de que estamos a salvo gracias a que ni Aznar ni Bush están ya en el poder. Convendría saber cuál es la reacción del secretario de Seguridad ante las detenciones de células afganas en Bélgica y París este mismo mes de diciembre, y su posible conexión con las amenazas talibanes contra nuestra presencia en Afganistán. Si nuestros vecinos se las toman en serio, España no tiene por qué ser diferente. ¿O sí?
Moratinos, El País y los radicales libres
Ante la falta de ideas e iniciativas de un gobierno del que todo el mundo dice que está ya quemado, el año se cierra con el socorrido retorno a Aznar, esta vez bajo la forma de filtración al diario El País de un documento de un director general por el que supuestamente quedaría constancia de que España autorizó escalas en su territorio de aviones que traslababan presos afganos al centro de detención de Guantánamo. En testimonio ante el Congreso, Miguel Ángel Moratinos admitió que dicho documento estaba extraviado, que no se encontraba entre los papeles de su ministerio. ¿Se habría filtrado el original chapuceramente? ¿O se estaba negando la mayor para no comprometerse con una realidad en la que el gobierno Zapatero está metido hasta el cuello? Como el propio diario El País admite, hubo más vuelos bajo Zapatero que en los años de Aznar.
La reacción del gobierno no dejó de ser patética: primero dijo que hubo vuelos pero no escalas; luego, que no se sabía nada, a pesar de que se evacuaron notas internas sobre el tratamiento informativo de la cuestión hace meses; por último, el presidente, en uno de sus actos de cinismo, se excusó por su desconocimiento y lo achacó a la vieja historia del "barrido informático" de La Moncloa, que los tribunales ya negaron en su día.
Lo raro es que nadie haya dicho que lo de los vuelos y sus derechos de paso y escala fue un acuerdo del Consejo Atlántico de 2001 (uno de los ocho puntos en los que se tradujo la activación del artículo 5 del Tratado de Washington tras los ataques del 11-S), y que se sepa ninguno de los embajadores de Zapatero ante la OTAN lo ha denunciado. Pero, en fin, tal vez Moratinos quiera ahora adoptar para España alguno de los terroristas que todavía siguen en Guantánamo. Al fin y al cabo, y a tenor de lo que sucede en el País Vasco, ANV y ETA, ¿quién no quiere un terrorista en su mesa?
Un futuro muy negro
La mejor noticia para Rodríguez Zapatero de todo el 2008 ha sido la elección de Barack Hussein Obama como sucesor de George W. Bush. Veremos cuánto tarda en darse cuenta de que se equivoca, de que Obama no le salva. Puede que ambos sean de la misma raza (política, se entiende), pero Obama es más serio y tiene que dar unas respuestas a sus ciudadanos para las que, simplemente, Zapatero no está preparado y en las que nada pinta. El primer test será Afganistán, y ahí esperamos ver al mejor Rodríguez Zapatero, con sus habilidades escurridizas.