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Ministra de Defensa: cúpula interrupta

Que se renueve el máximo mando militar es normal; que se anuncie su cese pero que no se haga efectivo, además de mal gusto, es sorprendente, por dejar cual zombis a unos profesionales a los que todos ven ya muertos.

La primera comparecencia parlamentaria de la ministra de Defensa, Carmen Chacón, una vez reincorporada a sus labores tras la baja maternal, ha pasado a las hemerotecas por su anuncio de cese de la cúpula militar. Supuestamente una gran noticia, aunque en realidad lo novedoso es que ese cese se produzca por fascículos, dado que no tendrá efectos legales hasta una fecha próxima pero indeterminada, posiblemente a la vuelta de las vacaciones estivales. Que se renueve el máximo mando militar es normal; que se anuncie su cese pero que no se haga efectivo, además de mal gusto, es sorprendente, por dejar cual zombis a unos profesionales a los que todos ven ya muertos.

En todo caso, eso no era lo más relevante del largo texto leído por la ministra en sede parlamentaria. Le dedicaremos diversos análisis en próximos días, pero de momento basten tres apuntes: el primero, que le dedicara un 15% de su extensión a poner el énfasis en que los ejércitos españoles ha recorrido un largo camino hasta su plena democratización. La equiparación de las Fuerzas Armadas a dictadura y golpismo es una obsesión de la vieja izquierda que ya debería haber quedado ampliamente superada. Sacar el tema otra vez, treinta años más tarde de la Constitución o veintisiete de 23-F, es mucho más revelador de la mentalidad de la ministra y de su círculo, que de la de los militares españoles, quienes abandonaron hace mucho cualquier veleidad de estar por encima del poder político.

Segundo: el énfasis puesto en las cuestiones de género. Carmen Chacón se apasiona con que las mujeres en las fuerzas armadas españolas lleguen al 18%, lo que nos coloca en el primer puesto mundial, pero sobre todo con su deseo de alcanzar la paridad numérica. Nos parece perfecto, ¿pero sería así si no fuera ella misma una mujer? ¿De verdad la defensa de España tiene que estar influida por cuestiones de género?

Tercero, un tremendo silencio en sus largas cuatro horas como compareciente: ni una mención al aspecto económico de la larga letanía de sus propuestas (por cierto, y aunque dicho sea de paso, con una sola novedad, la elaboración de otro nuevo documento, una llamada estrategia de seguridad nacional, en un mundo donde lo que ya sobran son normas, leyes y regulaciones). ¿En cuánto cifra el coste de lo que ahora promete que va a hacer? Aún peor, ¿por qué silencia interesadamente que Defensa será incapaz de hacer frente a los pagos de los programas de adquisiciones ya en marcha y cuya factura se dilata hasta más allá del 2030? Es más, si la ministra supiera algo de la historia de la defensa española, tendría que reconocer que con el PSOE en el gobierno, cada vez que era necesario por razones económicas –esto es, en periodos de crisis– lo que más sufría era el presupuesto de defensa, recortado sistemáticamente en los presupuestos generales y minorado en su ejecución caprichosamente. Que cite menos a Narcís Serra y hable más con Julián García Vargas.

Por último, la ministra pidió consenso para lo que ahora llama política de estado. Difícil de lograr cuando su proyecto camina en la senda de sus antecesores y se enmarca en el rumbo desmilitarizador de su presidente. Con todo, lo más sonrojante es que la oposición no le sacara los colores a una ministra que en su comparecencia fue una vendedora de humo o crecepelo.

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