Menú
EDITORIAL

Rajoy y la "no-crisis" nacional

Por mucho que Rajoy haya apelado, últimamente y de forma retórica, a los principios de su partido, lo cierto es que el todavía presidente del PP ha aparcado la denuncia de la crisis nacional casi tanto como Zapatero oculta la crisis económica

Por mucho que Aznar y más recientemente Esperanza Aguirre hayan puesto gran enfasis en que el PP "primero ganó y luego dialogó" y "en ese orden" con los nacionalistas, a nosotros no nos parece –como suponemos tampoco les parecerá a ambos– que la defenestración de María San Gil hubiera sido menos inadmisible de producirse después de ganar el PP, tal y como ocurrió con la de Vidal Quadras tras la primera victoria de los populares. Al margen de que la cesión que exige un pacto de Gobierno nunca debe llegar a esos extremos, la gran diferencia entre el diálogo con los nacionalistas que ahora propugna Rajoy con el que mantuvo el primer gobierno de Aznar –y que Rajoy utiliza ahora como antecedente y coartada– es que lo de entonces fue un error y lo de ahora sería un suicidio. Entonces ni CiU competía tan descaradamente como lo hace ahora con ERC en delirios soberanistas, ni entonces el PNV se había subido –para no bajarse– del monte de Estella. Eso, por no recordar que el PP, después de romper con los nacionalistas, no sólo volvió a ganar en el 2000 sino que lo hizo con mayoría absoluta.

En cualquier caso, y aunque la historia de la democracia española haya sido, a mayor o menor velocidad, una constante cesión a las insaciables minorías nacionalistas, la deriva del PSOE de Zapatero ha sido de tal histórica envergadura que estamos inmersos en una crisis nacional que no tiene antecedentes y que ya no tolera una sola cesión más. Exige, por el contrario, una reacción tan enérgica y firme en defensa de los derechos civiles y de la cohesión nacional que nadie que pretenda volver a caer "simpático" a los nacionalistas podrá nunca liderar. Exige corregir los errores pasados, no profundizar en ellos; exige recuperar el espíritu y la letra del Pacto por las Libertades –incluido su preámbulo–, no sumarse a su entierro.

Aunque María San Gil no se haya explayado, precisamente, en su carta de despedida, la todavía presidenta del PP vasco ha dejado negro sobre blanco las razones de principio en las que radica su desconfianza en el nuevo PP; una desconfianza que, ni en su caso ni el nuestro, nace del hecho de que Rajoy haya perdido ya dos veces las elecciones. Así, San Gil denuncia "la operación, orquestada por el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero en connivencia con los nacionalistas, en la que impera el relativismo y que consiste en transformar política y socialmente nuestro país. Este proyecto de España contempla, entre otras cosas, la dispersión de la idea nacional que permite a los nacionalistas vascos seguir avanzando hacia la autodeterminación". Ante esta situación, María San Gil considera que "la acción del Partido Popular debería estar dirigida a una oposición frontal a un proyecto que choca en lo esencial con nuestro proyecto de España, una gran nación de ciudadanos libres e iguales de la que sentirnos orgullosos". Sin embargo, prosigue San Gil, "a lo largo de los últimos meses, y especialmente a través del desarrollo del último Congreso de Valencia, he podido confirmar que la Dirección Nacional del partido tiene una visión completamente distinta de la mía en relación con la situación política y social y con la manera de enfrentarse a ella".

Por mucho que Rajoy haya apelado, últimamente y de forma retórica, a los principios, lo cierto es que el todavía presidente del PP ha aparcado la denuncia de la crisis nacional casi tanto como Zapatero oculta la crisis económica. Lo más que Rajoy dice al respecto, con el desganado tono de un registrador de la propiedad, es que "el PP no retirará el recurso de inconstitucionalidad" contra el Estatuto soberanista catalán, para, renglón seguido decir que estará "a lo que diga el Tribunal Constitucional".

En lugar de denunciar las maniobras del PSOE para que los magistrados acepten pulpo como animal de compañía, o de comprometerse a tratar de neutralizar los efectos de una eventual aceptación del mismo, Rajoy adopta un tono acomodaticio y de querer pasar página que nos deja como numantinos a los que queremos hacer frente a la deriva nacional.

Algunos dirán que la innegable oposición del PP de Rajoy al referéndum de Ibarretxe desmiente, sin embargo, al diagnóstico de María San Gil. Eso faltaba, que el PP fuera más condescendiente con esa burda y golpista maniobra del PNV que el PSE de Eguiguren. Lo que es un hecho es que Rajoy sigue sin pronunciarse ante el proyecto de camuflar las pretensiones soberanistas en un nuevo "estatuto", maniobra "distinta en la forma, igual en el fondo" que respaldan tanto nacionalistas como socialistas. Es tal el deseo de caer simpático a los separatistas que Rajoy ya ni siquiera se atreve a mentar el artículo de la Constitución, relativo a una suspensión de la autonomía que, al margen de los efectos penales, se hubiera producido en cualquier otro país de nuestro entorno si allí se produjera un desafío al Estado como el que aquí pretende perpetrar el lehendakari. Sin embargo, a eso nos conduce el deseo de caer simpáticos a los nacionalistas: a dar ahora por bueno a Zapatero y a estar a su lamentable altura ante el desafío institucional de sus compañeros de viaje.

Es cierto que Antonio Basagoiti ha hecho también este martes unas duras y justificadas críticas al PNV, muy coherentes –dicho sea de paso– con lo que ha sido el heroico historial en defensa de la libertad y españolidad del País Vasco de este aspirante a sustituir a San Gil. Sin embargo, no es cierto que "los vascos que quieran una alternativa al nacionalismo, que cada día son más, sólo pueden confiar en el PP, que es el único que garantiza que el voto que nos den va a ser para quitar a Ibarretxe. No sé si el Partido Socialista está con condiciones de hacer esa afirmación". Lo manifestado por Basagoiti no es cierto, en primer lugar, porque ahí está la UPyD de Rosa Diez llevando también a gala su compromiso de lucha contra el nacionalismo. Y no lo será tampoco si Rajoy, por llegar a pactos con el PNV, termina hablando vasco en la intimidad...

En cualquier caso, y sin tener que llegar a esos extremos, esperemos que la necesaria denuncia de la crisis económica no sea, sin embargo, una excusa para que el PP de Rajoy no tenga que hablar de la crisis nacional que, estos días, sólo parece hacerle frente un equipo de futbol. Si lamentable fue que se utilizara la paz para anestesiar a la opinión pública ante la deriva nacionalista del PSOE, más delirante sería que la crisis económica monopolizara una atención que también merece una crisis más profunda y duradera como es nuestro deterioro como nación y como Estado de Derecho.

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura