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EDITORIAL

Zapatero, arrogancia infinita

Zapatero afirmó que ayudaría a los españoles con políticas sociales, "vengan mejor o peor a la economía". Es decir, que ahora el jefe del Ejecutivo promete agravar la crisis con medidas cuya perversidad él mismo reconoce.

De las ansias infinitas de paz que Rodríguez Zapatero expresaba tras las elecciones de 2004, hemos pasado a la más supina ignorancia, que combinada con la vanidad y la soberbia han convertido los cien primeros días de su segunda legislatura en el poder uno de los periodos más catastróficos de la reciente historia de España.

Coincidiendo con la publicación en algunos medios extranjeros de artículos y reportajes muy críticos con la gestión del Gobierno (legislatura fracasada y Ejecutivo quemado son algunas de las expresiones usadas por distintos corresponsales otrora benevolentes con el PSOE), el diario El País ha ofrecido a sus lectores un publirreportaje a mayor gloria del inquilino de La Moncloa en el que se intenta en vano lavar la cara al presidente del Gobierno ofreciéndonos un cursi, almizclado y ciertamente soporífero panegírico de un político decadente en sus horas más bajas. El tono aparentemente incisivo de la entrevista resulta a estas alturas cuando menos risible viniendo de quien viene.

Por mucho que el director del diario de Prisa y su nutrido equipo de subdirectores, redactores, corresponsales y fotógrafos se esfuercen por convertir a Zapatero en un líder confiable y mesurado, cada día son menos los españoles que se fían de este personaje radical e inmaduro cuya aparente tranquilidad y amable sonrisa no bastan para ocultar los desastres ocasionados por una política social e internacional imprudente y atolondrada y una gestión económica frívola y estúpida.

Así, muchos españoles se desayunaron ayer con el presidente del Gobierno negando la crisis económica, que como todo lo demás, le parece "opinable" (por alguna razón, su incompetencia sí que resulta cada vez menos cuestionable para la mayoría de los ciudadanos) y prometiendo más gasto público, la peor de las recetas para afrontar las dificultades económicas, mientras posaba entre indolente y desganado para las páginas de El País.

A la perplejidad y justa indignación que una actitud así provoca entre la ciudadanía (por desgracia, ni los precios ni los tipos de interés son magnitudes opinables) se suma la alarma por la demagogia y las más absolutas indigencia intelectual y bajeza moral con las que Rodríguez Zapatero se refirió a la crisis económica durante su intervención en el IX Congreso del Partido Socialista de Navarra. Entre otras cosas, el presidente del Gobierno dijo que las dificultades son consecuencia directa de la invasión de Irak y del capitalismo, algo que ningún gobernante occidental con un mínimo de respeto por sus electores mantiene en la actualidad.

Por si esto fuera poco, Zapatero afirmó que ayudaría a los españoles con políticas sociales, "vengan mejor o peor a la economía". Es decir, que ahora el jefe del Ejecutivo promete agravar la crisis con medidas cuya perversidad él mismo reconoce. Tamaño dislate, más propio de Hugo Chávez o de los hermanos Castro que de un gobernante democrático, demuestra fehacientemente lo que es Rodríguez Zapatero: un político atrevido y temerario, aunque, eso sí, sin ningún tipo de complejos. No obstante, en los últimos tiempos el presidente del Gobierno se ha convertido en su peor enemigo. Ojalá no lo fuera también de todos los españoles, empezando por sus votantes.

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