Excepto la aceptación de la directiva europea sobre el retorno de los inmigrantes, las declaraciones de Zapatero a El País constituyen un conjunto de embustes, medidas verdades y descalificaciones de sus adversarios que no resiste una mínima objeción. Nada de lo que dice es discutible, entre otros motivos, porque o es mentira o es una práctica política para halagar los bajos instintos, o peor, los "sentimientos" de quienes pudieran votarle. La cuestión del referéndum de Ibarretxe lo despacha miserablemente con un mero recurso ante el Tribunal Constitucional. La crisis económica es negada con la facundia de un analfabeto en cuestiones económicas. Y sobre los asuntos sociales, especialmente la cuestión social y el desempleo, vuelve a reafirmarse en sus propias mentiras y mantiene que creará dos millones de empleos.
Ninguna de esos embauques me han sorprendido. Hace meses mencioné aquí los dos principales que utilizaría, cuando ya no tuviera más remedio que reconocer los problemas, a saber, mantendría que la culpa de la crisis es sólo y exclusivamente externa por un lado, y, por otro, insistiría en que la Guerra de Irak es la culpable de la subida del precio del petróleo. Todo esto estaba en el guión; más aún, creo que seguirá diciendo otras tantas mentiras de ese jaez y peores. Sin embargo, tengo que reconocer que me dejan estupefactos los "argumentos" o retóricas de fondo que este hombre utiliza, cuando reconoce que existen problemas económicos. No recurre a tesis socialistas ni socialdemócratas para diagnosticar, y quizá ofrecer algunas medidas de carácter económico, para resolver la crisis, sino que directamente habla de soluciones propias de iluminados y redentoristas políticos de los años cincuenta y sesenta.
Esta opción por el socialismo negro y tercermundista es un asunto gravísimo. Un paso atrás en el desarrollo de las libertades democráticas. Podría impedir la resolución de la crisis a medio plazo y, por lo tanto, haría depender nuestro desarrollo democrático de una crisis endémica. Algo propio de esos "países" siempre en vías de desarrollo económico, porque hacen depender su despegue de soluciones políticas y grandes planificaciones estatales. Es como si Zapatero quisiera despedirse con un portazo de las tesis del socialismo democrático más proclive a defender lo que de racional tiene el mercado capitalista. Asusta, sí, el "tercermundismo" por el que está apostando este personaje.
En los últimos días, cuando ha hablado en mítines y para grandes masas, no ha dejado de recurrir a la retórica de los Castro y Hugo Chávez, descendientes directos del tercermundismo de los no alineados de los cincuenta y sesenta, para culpar de la "crisis" económica al capitalismo inmoral; ayer mismo, en un acto del PSOE en Navarra, volvió a acusar al capitalismo, especialmente en su versión neoconservadora, de la crisis económica. Zapatero repite sin cesar las dos grandes falacias del tercermundismo. Primero, cree, o peor, simula que todos los problemas económicos podrían resolverse utilizando únicamente medios "políticos", en su caso, naturalmente, tomar medidas de carácter populista, por ejemplo, negar la crisis, culpar de ella a otros, decir que esto pasará pronto, etcétera. Y, en segundo lugar, pedir a todos que confíen en él, sí, sólo el gran líder, el "redentor" de los pobres y marginados, Zapatero en persona, resolverá todos los males... El mitin de Navarra resultó bochornoso. Sus palabras fueron precisas, en efecto, a pesar de todas las dificultades económicas, el gran redentor ayudaría a los más pobres, a los desheredados de la tierra, aunque tuviera que enfrentarse a los peores dragones del capitalismo inmoral. Terrible.
Esto de Zapatero no es socialismo suave ni socialdemocracia "liberal". Esto es un atraco moral propio de los "desaliñados" del Tercer Mundo. Y, sin embargo, hay gentes sin escrúpulos morales que se preguntan: "¿Qué hace un partido digno como el PSOE ante un retroceso generalizado como el que vive Europa?" La respuesta es obvia, señor Goytisolo. Hace lo que usted lleva haciendo toda su vida: "Tercermundismo". Populismo. O sea demagogia.