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Luis Hernández Arroyo

Otro lunes, hace cincuenta años

La IV República se desmoronaba ante la general impasibilidad, igual que ahora nuestro régimen constitucional. Afortunadamente para los franceses, pudieron acudir al general De Gaulle.

En este año no faltan aniversarios. Hemos celebrado ahora el 2 de mayo, el levantamiento del pueblo español que empezó la caída de Napoleón. Más cercano en el tiempo, tenemos el de la fundación del Estado de Israel.

El 19 de mayo de 1958, un lunes como éste de 2008, De Gaulle aceptó ser primer ministro, con poderes extraordinarios, para intentar frenar el derrumbamiento de la cuarta República francesa. Preguntarán en qué nos concierne este aniversario. Creo que tiene ciertas desgraciadas similitudes con la situación actual de demolición de un Estado.

Francia se estaba desangrando por el imparable proceso de independencia de sus colonias del Norte de África: Marruecos, pero especialmente Argelia. Ya había perdido Vietnam, en una guerra perdida con deshonra. Y en ese año de 1958 se enfrentaba al FLN argelino, cuya decisión sin escrúpulos, apoyada por Moscú, así como la réplica no menos inescrupulosa del ejército francés habían llevado al borde de la guerra civil a la metrópoli. Francia se acercaba a un hundimiento estentóreo sin que nadie del Gobierno pudiera frenar la creciente rebelión de los militares, que se negaban a evacuar Argelia bajo cualquier pacto de cesión que pudiera leerse como deshonroso.

Pero no es en esas circunstancias irrepetibles donde surgen las similitudes con la España de hoy. Es en la absoluta pasividad amnésica del pueblo francés ante el derrumbe de su nación en lo que me parece que hay un paralelismo evidente. La IV República se desmoronaba ante la general impasibilidad, igual que ahora nuestro régimen constitucional. Afortunadamente para los franceses, pudieron acudir al general De Gaulle, quien, tras defender a Francia de sí misma en la II Guerra Mundial, se había retirado a la vida privada. Como dice Mauriac en sus diarios, De Gaulle gozaba de una ventaja sobre los demás: "El general De Gaulle es, ante todo, una cierta idea de Francia". Esa idea de Francia la había difundido desde Inglaterra durante la II Guerra Mundial, en la que encarnó, solo, la Francia eterna frente a la de Vichy, la que se había plegado sin honra a Hitler.

Si rememoro estos hechos en los que, por segunda vez, De Gaulle, a través de dificultades innombrables, salvó a Francia de sí misma, es para recordar la importancia de los líderes para lo mejor y lo peor. De Gaulle era un patriota que pensaba en Francia antes de actuar. Algo tan sencillo como creer en no se encuentra ahora. Eso es fácil de ver en que le dejó unas instituciones nuevas –la V República– que han durado hasta ahora con enorme vigor, sin que la muerte de su inspirador las haya hecho temblar.

Al igual que en la Francia de 1958, el pueblo español asiste impasible al derrumbe de su patrimonio espiritual. El PP, en el que se habían refugiado cuatro años las esperanzas de los españoles "de bien" (como los definió el mismo Rajoy en un discurso memorable), ese PP se está desconstruyendo a sí mismo, traicionando esos millones de esperanzas que le votaron. No hay degaulles en la lontananza. No hay patriotas. Estamos en manos de los anti-españoles de todo signo. Estamos de liquidación.

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