"No es cierto que hoy vivamos escenificando la demagogia, falsificando la realidad o liquidando la vida moral. Lo hacen algunos, sí, pero el impedir que lo hicieran aún siendo conocedores de su error sería perjudicial tanto para ellos como para nosotros." Estas palabras contienen todo el relativismo cultural y político, en realidad, toda la ideología oportunista, que adorna al llamado centrismo político español. La tiranía de lo políticamente correcto está recogida en esas líneas. Han sido escritas por un hombre joven llamado Rodrigo Ruiz-Gallardón, hijo de Alberto y nieto de José Utrera Molina, dirigidas a su abuelo paterno después de haber leído el primer libro de memorias del ministro leal, seguramente, el más fiel de todos los que tuviera Franco. Una autobiografía, dicho sea de paso, imprescindible para saber qué fue el franquismo, que le ha servido al joven Rodrigo para conocer quién era su "abuelo antes de ser su abuelo".
Por desgracia, el mensaje moral y, sobre todo, político que contiene la obra apenas ha calado en el corazón del joven Ruiz-Gallardón. Es todo un ejemplo, más aún, un paradigma del fracaso de la gran lección de la obra de su abuelo: España es un país peor que roto. Asilvestrado. "Centrista". Todo es oportunismo. El socialismo es fruto de los oportunistas del franquismo, empezando por el sucesor de Franco a título de Rey. En fin, contra esa demagogia oportunista están escritas las remembranzas de Utrera Molina, pero su nieto le responde que no se puede hacer nada, porque "sería perjudicial tanto para los oportunistas como para su críticos". La "democracia", entonces, es sólo una palabra, una moneda de cambio, para traficar en un "mercado", naturalmente siempre intervenido por el poder económico y político, de intereses entre "elites" políticas al margen de lo común. De lo político.
El descalabro del sistema político, o mejor, el hundimiento de la nación, España, que hoy vivimos, es, sin embargo, narrado por Utrera Molina desde sus inicios, el franquismo. Utrera Molina tiene la valentía intelectual y el coraje moral de mostrar que el cáncer de la vida política española tiene su origen en el propio franquismo. Sí, Utrera Molina narra en estas memorias políticas las explicaciones que le dio a Franco sobre el futuro del régimen y, sobre todo, por qué no creía, en modo alguno, que su sucesor pudiera mantener la continuidad de España. Después de las declaraciones del Rey sobre Zapatero, ¿cómo vamos a dejar de cantar la actualidad de este libro? Léanlo, por favor.
No estamos ante unas memorias convencionales, de esas que ocultan pasados calamitosos o cierran puertas para que no veamos un futuro esperanzador, sino ante una obra, por cierto, muy bien escrita, para conocer el presente perverso al que está poniendo su rúbrica Rodríguez Zapatero, "a quien increíblemente", según el yo acuso del autor, "por una incomprensible nostalgia del pasado, está dispuesto a abrir de nuevo las zanjas que los años habían cubierto de hierba apacible (...). La prudencia es una virtud superior a la astucia; la serenidad, la clave de cualquier género de comportamiento responsable. La demagogia temeraria deja de ser un error para convertirse en un mal incalculable. Volver otra vez a recordar lo que el tiempo ha cubierto con su peso y con su valor es un disparate de tremendas e insospechadas consecuencias."
El prólogo poético de Manuel Alcántara a esta edición revisada y aumentada de Sin cambiar de bandera (Planeta) es otro aliciente, junto a los testimonios y "añadidos" político-literarios que se adjuntan para esta nueva edición, entre los que destaca una carta de Jaime Ostos, el torero, que "testimonia", quizá sería mejor decir testifica, que Enrique Sarasola, el gran amigo de Felipe González, le ofreció a Utrera Molina ingresar en el PSOE. Nada extraño. Pues que fueron cientos, miles, de jerarcas del régimen de Franco los que nutrieron las filas socialistas. Este testimonio, sin embargo, es una demostración de que no todos los franquistas se pasaron al PSOE.
Pero, quien lea este texto desmitificador, por favor, léalo simultáneamente con el de César Alonso de los Ríos: Yo tenía un camarada (Altera), un bellísimo ensayo, una narración filosófica, de cómo el franquismo ha inundado siempre al PSOE. Una pieza maestra para enterarse de que es imposible entender el socialismo español sin pasar por las influencias que recibió de los intelectuales fascistas. El PSOE, el partido al que pertenece Zapatero, aceptó como mentores intelectuales y directores morales a quienes habían militado en el fascismo. Zapatero no conseguirá jamás hablar decentemente de historia, de memoria histórica, sin cargar con esa cruz. La ocultación de la militancia fascista de los guías morales e intelectuales (Laín, Aranguren, Tovar, Llanos, Torrente Ballester, Vincens i Vives, etcétera) del PSOE es añadir miseria a la miseria.
La obra de Alonso, y en cierto sentido la de Utrera, son buenos materiales para construir la memoria pasionis, la cruz que debe cargar quien se proclame de "izquierdas" o quien milite en la izquierda española. Si el socialismo se hubiera hecho cargo de esta cuestión, decisiva para comprender nuestra historia reciente, Zapatero no se habría revuelto contra la base de convivencia fundamental de todos los españoles, después de la guerra más salvaje que conoció el siglo XX, la reconciliación.