Fue el 4 de mayo de 2006. "Un madero y su compañero" entraron en el bar Faisán y le entregaron un teléfono móvil al dueño, Joseba Elosua, investigado en aquel entonces como responsable de una trama de financiación de ETA. El mismo Elosua se lo contó a su cuñado en su coche, conversación que quedó grabada por los micrófonos de la Policía. La tardanza en comunicárselo al juez Grande Marlaska, que dirigía la investigación, provocó que éste apartara de la misma a Telesforo Rubio.
Dos años después de estos hechos, uno de los episodios más vergonzosos de nuestra democracia, seguimos sin saber absolutamente nada de la investigación judicial que supuestamente dirige Baltasar Garzón. Y decimos supuestamente porque sólo hemos tenido constancia de una conclusión por su parte: la de exculpar al jefe de seguridad del PSOE de entonces, Fernando Mariscal, el mismo día en que Rajoy preguntaba a Zapatero sobre el asunto, una pregunta que Garzón sabía perfectamente que iba a hacer, pues se había publicado en todos los medios.
Entonces la excusa aducida por Garzón fue que no había pruebas, cuando su obligación era precisamente buscarlas para intentar comprobar si la llamada realizada por Fernando Mariscal a un móvil de la zona habían tenido como objeto avisar a los miembros de la trama de financiación de ETA investigados por Grande Marlaska de que estaban siendo vigilados. Desde entonces no parece haber puesto mucho empeño en averiguar quiénes fueron "el madero y su compañero" que entregaron el móvil a Elosua y quién llamó al mismo. Algo que debería servir para poner sobre aviso a los ingenuos que vuelven a pensar que Garzón es un juez competente e independiente que sólo sirve a la ley únicamente porque vuelve a detener etarras. Estamos en "fase de confrontación", según la descriptiva definición de Rubalcaba. No les quepa duda de que si se cambia de fase, Garzón volverá a cambiar con ella.