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Agapito Maestre

El Dos de Mayo

Sin la inmensa civilización y cultura que había detrás del catolicismo español, sin la inmensa cultura que portaban los cristianos españoles en sus cruces, la rebelión contra la revolución gabacha y totalitaria hubiera sido imposible.

Queridos lectores, por favor, no pierdan el tiempo con los montajes culturales de los políticos sobre el Dos de Mayo. Si quieren saber qué pasó y, sobre todo, qué ha quedado de aquella guerra contra el ejército mejor formado de la época, un ejército muy bien organizado bajo la experiencia de la revolución francesa, lean Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Son, dicho sea de paso, la única historia común que nos queda a quienes tenemos nostalgia de España, de una nación. Pérez Galdós, al modo de Homero, narra, narra y narra sin tomar partido nada más que por la verdad. Ahí están las bases para reconstruir la nación española. El resto son notas a pie de página de lo escrito por el genio más grande que dio la literatura, el ensayo histórico y el pensamiento político del siglo XIX español y las dos primera décadas del siglo XX.

Si alguien lee, por ejemplo, la obra El 19 de marzo y el 2 de mayo de Pérez Galdós, ya no saldrá igual que entró, ya no verá aquello como el espectro de un espectro de políticos sin imaginación y malos escritores de novela histórica. A la luz de esa novella, el lector del "Tocqueville español" no podrá sustraerse de una sensación de vergüenza ajena, cuando oiga hablar a los políticos del Dos de Mayo. Sí, sí, chuscos, raros y extraños son los festejos que están celebrándose en Madrid para "conmemorar" el bicentenario del levantamiento del pueblo contra las tropas de Napoleón. Apenas puedo hacerme cargo de sus trivialidades y tópicos, de sus exposiciones y engaños, de sus falsas historias y añagazas políticas, porque en sus declaraciones no existe el menor asomo de voluntad de verdad. Todo es ocultación para esta gentuza. Ministrillos, consejerillos y asesores de culturillas de fin de semana sacarán pecho para decir trivialidades contra los españoles con coraje y navaja, con amor a su nación y odio a sus "elites" políticas.

No le arriendo la ganancia a quien entre con un criterio nacional a valorar el montaje circense que han hecho los políticos sobre el Dos de Mayo. Quien sepa que España es anterior, muy anterior, a la Guerra contra el gabacho pronto comprenderá que todo es un montaje de cartón-piedra, horrenda teología política, para justificar su complejo de inferioridad ante un pueblo con agallas, tan repleto de analfabetos como de individuos cultos, tan cruel y sabio como cualquier otro pueblo de cultura occidental, pero que estaba, sí, muy por encima de sus elites políticas y culturales. Alejémonos de los cuentos de los políticos, miserables ideólogos de diseño para distanciarse de sus progenitores, y sus asesores trincones, profesorcitos y "gentiles" hombres de letras. Payasos.

Digamos, pues, un par de verdades. No tengamos miedo a que nos tachen de castizos. Saquemos la navaja de Albacete. Basta mostrarla para que esta basura, esa gentuza que pastorea una culturilla de hojalata, salga corriendo. Primero, sin los curas, sí, esos seres tan denostados por los "progres" y drogados de una "modernidad" de mierda y crimen, el Dos de Mayo no hubiera sido posible. Sí, sí, sin la inmensa civilización y cultura que había detrás del catolicismo español, sin la inmensa cultura que portaban los cristianos españoles en sus cruces, la rebelión contra la revolución gabacha y totalitaria hubiera sido imposible. Segundo, creo que lo único relevante del Dos de Mayo para la política contemporánea, en realidad, para la política mundial, fue el nacimiento de un nuevo tipo de soldado. El partisano. Nadie ha visto mejor que Schmitt, el más grande filósofo de la política del siglo XX, y del que cada vez estoy más alejado ideológicamente, quien ha mostrado al mundo entero que, por primera vez en la Historia, el pueblo –un pueblo preburgués, preindustrial y preconvencional– chocó con un ejército regular y moderno. Gracias a este choque se abrieron nuevos espacios de guerra, se desarrollaron nuevas nociones de beligerancia y surgió una nueva teoría de guerra y política.

Eso es todo. Otros, muy escépticos, dirán que nada. Sí, a lo lejos, muy a lo lejos, los españoles siguen siendo considerados como individuos que tenían demasiadas aspiraciones. Eran tipos aguerridos que sólo querían ser. Querer ser españoles. Vistos de cerca, en la distancia corta, apenas son algo más que un Zapatero pagando corsarios. ¿O es que acaso alguien cree que queda algo de ese pueblo del Dos de Mayo? Me temo lo peor. La mayoría está al servicio del único "partisano" que hoy queda en Madrid, Zapatero. O sea, la pobrísima vida política de todos, castizos y falso ilustrados, pobres y ricos, analfabetos y cultos, sigue dependiendo de ese "pueblo", de ese gentío, al que Zapatero le ha quitado las patillas y los cojones.

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