Por mucho que Núñez Feijoo haya matizado este domingo en la COPE sus pasadas declaraciones favorable a un PP "simpático" a los nacionalistas, lo que verdaderamente se tiene que despejar es si Mariano Rajoy va a presentar o no un documento político en el Congreso Nacional de Valencia impulsor de esa suicida y nihilista línea de acercamiento a formaciones nacionalistas como CiU y PNV.
Para los que hacíamos nuestras las reflexiones de Vidal-Quadras que señalaban que lo más urgente e importante es que el PP defina su postura sobre si "se acomoda o hace frente" al "cambio de régimen" que impulsa Zapatero de la mano de los nacionalistas, la noticia publicada en La Razón de que Rajoy impulsa un acercamiento a éstos sería, de confirmarse, la decisión más nefasta que haya tomado el dirigente popular en toda su carrera política.
La renuncia de Rajoy, ya denunciada en estas páginas, a criticar y ni siquiera a mentar a los nacionalistas cuando critica la trayectoria del Gobierno de Zapatero, así como su llamamiento a "evitar que el PSOE vuelva a ser el refugio de los recelos que provoca el PP en algunos territorios" son antecedentes que dan credibilidad a un escalofriante "cambio estratégico" que no sería sino un suicidio, tanto desde el punto de vista pragmático como el de los principios.
En lugar de tratar de impedir el trasvase del voto nacionalista y radical hacia el PSOE, como el que ha tenido lugar en estas elecciones, el PP lo que debe hacer es incidir en la denuncia de la deriva nacionalista de Zapatero, que le ha hecho perder al PSOE 700.000 votantes a favor del PP y de UPD. Un trasvase que aún podría haber sido mayor si la denuncia del PP no hubiera tenido las intermitencias y perfiles bajos que tan presentes han estado a lo largo de toda la legislatura.
Si muchos votantes desencantados con la deriva nacionalista del PSOE, dejan de percibir esa deriva –entre otras cosas porque el PP va a dedicarse, no a denunciarla, sino a caer "simpático" a los nacionalistas–, lo más probable es que sigan votando al PSOE o, en su caso, a la formación de Rosa Diez, cuyo partido, a diferencia del PP, ya ha dejado claro que no se va a resignar.
Eso, por no hablar de los cientos de miles –por no decir millones– de votantes tradicionales del PP que, sin poder escoger al timonel y ni siquiera poder influir en el rumbo que éste toma, decidan simplemente bajarse del barco. En este sentido, quien se crea en el PP que sus votantes son un mercado cautivo, cometen un error de dimensiones históricas. Más aun –insistimos– estando en escena la formación que lidera Rosa Diez.
Aunque tengamos la pretensión quizá ingenua de abortarla, la posibilidad de que esa propuesta de acercamiento del PP al nacionalismo mal llamado "moderado" se haga realidad, supondría repetir el histórico error –sólo que a escala nacional–, que supuso convertir al PP en el Partido de Piqué, y que hizo a los populares perder más de un tercio de su electorado en Cataluña. Eso, por no hablar de una posible rebelión de quienes no se juegan la vida en el Pais Vasco para caer precisamente "simpáticos" a los nacionalistas.
El mejor botón de muestra de la simpatía o del amor del PP hacia los catalanes, los gallegos o los vascos debe ser, precisamente, su firme compromiso de batallar en el campo de las ideas contra ese nacionalismo que cercena la libertad individual de las personas tanto como las somete a sus coercitivos patrones identitarios, al estilo de Carlos Delgado en las Islas Baleares. Para caer simpáticos a los nacionalistas, nadie supera a Zapatero.