Últimamente en Cataluña se amontonan las desgracias. No las imprevisibles, sino las que se pueden prever y por lo mismo evitar. También las que se provocan a causa de ese sarampión nacional que se ha apoderado de mentes y sueños.
Una de esas fatalidades es la propensión a mentir impunemente a pesar de las evidencias. Así lo denunciaba hace dos semanas en estas mismas páginas en artículo titulado Cuando un presidente miente impunemente. Contaba en él cómo el presidente Montilla mintió en la sesión de control parlamentaria al negar que se estuvieran incumpliendo las tres sentencias del TSJC en las que se obliga a la Generalitat a poner en las hojas de preinscripción escolar la casilla de opción lingüística de castellano. Como volvió a mentir al negar que en Cataluña se haya puesto multa alguna por rotular sólo en castellano.
Prometía que daría número de multas y cuantía. Cumplo con lo prometido. Aquí las tienen. Comienzan con la entrada del Tripartito en el Gobierno de la Generalitat. Curiosamente, habría de llegar a su presidencia un socialista nacido en Córdoba para inaugurar las sanciones lingüísticas. Toda una metáfora del complejo converso que otorga derecho de ciudadanía catalana.
- Año 2003: 2 multas. En total: 1.200 €
- Año 2004: 22 multas. En total: 46.300 €
- Año 2005: 119 multas. En total: 122.050€
- Año 2006: 194 multas. En total: 55.675€
Número total de sanciones del año 2003 al 2006: 337.
Cantidad total en euros de las sanciones del 2003 al 2006: 225.225 €
Las 337 sanciones por "vulneración de derechos lingüísticos" como dice eufemísticamente la Agencia de Consumo de Cataluña, alcanza a una variopinta variedad de establecimientos: grandes superficies, comercios minoristas, loterías, agencias de pisos, de seguros, entidades financieras, servicios, telecomunicaciones, Correos etc.
No les muestro las sanciones correspondientes a los dos últimos años, 2007 y 2008, porque los datos que obran en mi poder no son estrictamente oficiales (aunque sean reales). No quiero darles cifras que no sean las que salen oficialmente de sus propios archivos. Las que les he mostrado son las que la misma administración autonómica se ha visto obligada a proporcionar ante las preguntas parlamentarias de Ciudadanos y Partido Popular.
Esperamos respuesta de este último año y medio. Las preguntas parlamentarias ya están hechas hace meses. En cuanto obren en mi poder, se las daré.
Empezaba diciendo que últimamente acontecen en Cataluña desgracias y fatalidades: túneles que se hunden, trenes que no llegan, apagones que nos dejan a obscuras, sequías que nos matan por los trasvases que no se hicieron, exclusiones culturales y lingüísticas... pero ninguna me parece más detestable que la capacidad de mentir impunemente que tienen nuestros gobernantes. ¿Qué maldición nos ha caído encima para que un presidente pueda seguir gobernando después de mentir a todo un parlamento en aquello que cualquiera puede comprobar?
Y lo más gordo, lo niega el presidente, lo niega el vicepresidente y lo niega la mayoría de los representantes políticos de Cataluña, periodistas del régimen y ciudadanos que prefieren creer más en las mentiras que le dicen los suyos que en la verdad que denuncian quienes han sido arrojados del oasis apestados por la propaganda oficial.
No son sólo culpables los que mienten, sino también, y quizás sobre todo, todos aquellos que viven a la sombra de la mentira que les garantiza la posición de poder social sobre los que la sufren. ¿Alguien se puede creer a estas alturas que en la Alemania nazi nadie se enteraba, ni se extrañaba, de que desaparecieran barrios enteros de judíos de la noche a la mañana?
La metáfora es desproporcionada, pero la comparación puede servirnos para desenmascarar a miles de ciudadanos aseados cuya pasividad nunca será inocente. Se lo diré con palabras de Alex Salmón, director del El Mundo de Cataluña (06-03-08) a propósito de ese empresario lingüicida sancionado por rotular su establecimiento comercial en castellano: "Ya saben que al señor Nebot le prohíben rotular en castellano. O lo que es lo mismo: lo sancionan porque el letrero no está al menos en catalán. Esta argucia políticamente correcta puede que logre que algunos nacionalistas duerman más tranquilos. Pero no cambia nada". Ese hecho, como se lamenta Alex Salmón, "debería avergonzar a una sociedad al completo". Desgraciadamente, no es así.