Es curioso constatar cómo los franceses, tan republicanos ellos, se chiflan por las monarquías, sobre todo la del Reino Unido, pero también las demás. Lo pudimos ver una vez más con la visita a Londres de los Sarkozy. Los medios galos parecieron conceder más importancia a las faldas de Carla Bruni y a las sonrisas de la Reina que a las conversaciones políticas de Nicolas Sarkozy con George Brown. Está visto que el presidente francés ha querido romper con la tradición de desprecio, a veces cortés, de todos los gobiernos franceses desde De Gaulle para con los gobiernos británicos, pero no con la Corte.
Mientras tanto, la ministra de Interior, Alliot-Marie, ha suspendido al subprefecto se Saintes, un tal Bruno Guigue, por haber escrito que Israel era igual al Reich nazi y "el único estado en el mundo en el cual los snipers (francotiradores) israelíes se dedicaban a matar niñas, cuando salían de sus colegios". Y en una web islámica, para más inri. Como cabía esperar, las organizaciones "antirracistas" de izquierda protestaron violentamente contra esa sanción, denunciando una "inquisición" e indignándose porque ni siquiera pueda criticarse la política de Israel. ¿Qué política?
La misma histeria puede apreciarse en torno al cortometraje crítico con el Corán del diputado holandés Geert Wilderse, que por fin se ha publicado en la red. Estallan en Europa por doquier los alaridos de miedo de nuestros valerosos cobardes: ¡Los islamistas se van a vengar! ¡En qué lío nos ha metido! Y, claro, acusan a Wilders de ser de extrema derecha, cuando es diputado del Partido Liberal, que nada tiene que ver con ella. Fue el partido de Ayaan Hirsi Ali quien, por cierto, ha pedido asilo y la nacionalidad francesa, pero por ahora no se le ha concedido nada, o sólo buenas palabras. En nuestros condenados países pasa con el islam lo mismo que pasó ayer con el comunismo: si eras anticomunista, eras fascista; si estás contra el islam radical, eres nazi. Y así van las cosas.
Me temo que nadie, en todo caso no el Gobierno francés, entiende lo que son las FARC colombianas, que juegan con sus rehenes y con la pobre Ingrid Betancourt con un cinismo absoluto. Las últimas peripecias son siniestras. Enviaron un avión para recoger a Ingrid y volvió vacío. Dominique de Villepin ya envió otro en su día y sucedió lo mismo... Toda esta tragicomedia refuerza a las FARC, sin que se liberen más rehenes que los que les interesan. Además, el asunto se ha exorbitado tanto y tan imprudentemente que los terroristas narcotraficantes exigirán un alto precio para liberar a Ingrid Betancourt, si es que la liberan.
Odio a Jean Nouvel. Su arquitectura, se entiende.