En la Europa actual, todo aquel que critique al cristianismo es reconocido como un ilustrado, un moderno, un progresista. Lo mismo que la crítica a la cultura europea tradicional, a la historia, a los valores. Hoy, mostrar a Jesucristo o a la virgen manteniendo relaciones sexuales, a sacerdotes y Papas desnudos o en actitud homosexual se considera un sano ejercicio de libertad de expresión, y ay de quien ose criticarlo, porque sobre él caerá la ira de intelectuales, periodistas, políticos.
Pero al mismo tiempo, la orgía democrática en Europa es selectiva: y por duro que sea decirlo, quien critique al islam hoy o es asesinado o es amenazado de muerte. La lista de fugitivos políticos por Europa crece exponencialmente en los últimos tiempos; Fallaci, Hirsi Alli, Westergard, Allam y ahora Wilders son sólo algunos. Se podrá estar más o menos de acuerdo con cada uno de ellos, pero resulta inadmisible que manteniendo opiniones perfectamente legales tengan que esconderse de los terroristas y sufran el desprecio de la clase política europea.
Los pocos políticos que se han pronunciado sobre el tema de las amenazas, han acudido prestos... a solicitar y pedir la censura del amenazado. Que el Consejo de Europa haga apología de la censura y de la cesión a los terroristas y lo haga presumiendo encima de ser "guardián europeo de los Derechos Humanos" provoca repugnancia. Y que el secretario general de la ONU se sume al coro de liberticidas no hace sino mostrar el profundo desprecio que la clase política tiene hacia el derecho de los europeos de expresar libremente sus opiniones y de poder leer, oír o ver lo que deseen.
Siempre encontramos el mismo argumento; Europa no puede hacer ni decir nada que moleste a los islamistas, porque ejercerán la violencia contra nosotros. Este pavor a que los islamistas se enfaden se extiende poco a poco por la sociedad; los vecinos de Hirsi Alli que le "pidieron" que se cambiase de casa, un hotelero expulsó al autor fugitivo de las caricaturas de Mahoma, un proveedor informático cedió en el caso de Wilders. Tras los políticos, hay un peligro real de que la sociedad entera renuncie a sus libertades por miedo a los terroristas.
La libertad de expresión exige la posibilidad de hacer públicas ideas, acertadas o no, y de combatirlas con la fuerza de la palabra. Esto hoy está saltando a golpe de amenaza. Europa cada vez defiende menos sus libertades, y el islamismo, moderado y radical, cada vez muestra mayor desprecio y agresividad hacia ellas. Ya no se trata de juzgar las opiniones vertidas: Podemos decir sin miedo a equivocarnos, que la libertad de expresión en Europa se está socavando día a día.
En defensa de la libertad de expresión, el lector interesado en la polémica podrá encontrar en lapágina de GEESel enlace para poder ver la película y juzgar por sí mismo sobre su contenido.