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EDITORIAL

¿Por qué abstenerse cuando se puede votar no?

Lo cierto es que el PP no tiene necesidad alguna de abstenerse en la investidura. Muy al contrario, debería votar no sin plantearse siquiera otra alternativa.

No ha empezado la legislatura y ya intenta el PSOE arrimar el ascua a su sardina creando una innecesaria y artificial polémica en torno a lo que debería votar el PP durante el debate de investidura. José Blanco, que para otros menesteres no es hombre de muchas luces, da lo mejor de sí en el turbio mercado del trapicheo político. Diríase que es la única habilidad que posee, y quizá por eso mismo a ello se afana con singular denuedo. Ha conseguido –mediante la vieja treta de la repetición– convencer a tirios y troyanos de que Rajoy prometió abstenerse y que, por lo tanto, espera eso de él.

Naturalmente, es mentira. El líder del PP no prometió en momento alguno durante la campaña abstenerse en este debate. Todo lo más, en aquellos días habló de negociar la abstención de Zapatero si era él quien se hacía con la victoria. De lo uno a lo otro hay una distancia notable, lo que, como era de esperar, no ha ocasionado problemas al maniobrero secretario de organización socialista. No ha sido, con todo, la única de Blanco en esta semana previa a la formación de la cámara. Quiere que el PP ceda un puesto en la mesa del congreso arguyendo que ellos harán lo propio con el diputado extra que les ha otorgado sus escaños de más con respecto a 2004. Otra mentira. El PSOE ha incluido en el pacto "sin límites ni condiciones" que ha ofrecido a sus socios esta gabela a la que, por descontado, no está obligado el PP.

Lo cierto es que el PP no tiene necesidad alguna de abstenerse en la investidura. Muy al contrario, debería votar no sin siquiera plantearse otra alternativa. Es posible que, entre las ofertas de Zapatero para conseguir la abstención popular, se incluya el clásico ramillete de buenas intenciones y de promesas que nunca cumple. Por eso no debe Rajoy dejarse tentar y mantener la firme postura que, entre otras cosas, le ha granjeado el apoyo de más de diez millones de españoles.

Motivos para decir no a Zapatero le sobran. El infame pacto de Tinell, que marcha viento en popa un lustro después, la ruptura unilateral del pacto antiterrorista, que ha puesto durante cuatro años al Estado de Derecho y a la Nación a los pies de los asesinos de la ETA... y un largo etcétera de asuntos de similar importancia que han sido la razón de ser de la oposición durante la pasada legislatura. Con un Zapatero refortalecido y entregado –aun más si cabe– al nacionalismo de su franquicia catalana, nada invita a suponer que algo vaya a cambiar de aquí al día en que se convoquen nuevas elecciones.

Sería oportuno que, amén de hacer lo más coherente para sí mismo y para su electorado, lo hiciese saber cuanto antes, desmontando de este modo la artimaña de José Blanco, que nada tiene de inocente y mucho de desestabilizadora. Mal empezaría el PP esta legislatura si ya antes de que comience deja que le coman el terreno por el dichoso "qué dirán" los medios adictos al adversario. Tendría que recorrer posteriormente un recorrido doble para recuperar el tiempo perdido.

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