Aunque ustedes no lo crean, algunos políticos en Cataluña se dedican a hacer cosas más útiles de las que habitualmente salen en los medios. Unos pierden el tiempo hablando de la Aurora Boreal y del próximo camuflaje que usarán para pasar desapercibidos en el oasis. Otros entienden que hablar de lo que pasó este verano y este otoño y de lo que le puede pasar a la Sagrada Familia es un exceso de pesimismo. Curiosamente, son los mismos que llegan a la conclusión de que al PP en Cataluña sólo le irá bien cuando se parezca lo menos posible al PP.
Aunque menos ruidosos, yo estoy con los que creen que la única forma de acabar con la ventaja insalvable que, hoy por hoy, tienen los socialistas en Cataluña es disputarle el voto precisamente a los socialistas y no a los convergentes. Los populares viven lejos de los círculos selectos y cerca de las personas, y eso les permite denunciar las mentiras socialistas sin consecuencias. Como la última del tripartit y de la compañera Tere Cunillera, diputada por Lérida, que no me creo yo que no supiera lo que les voy a contar y que ha sido noticia en los medios locales.
Zapatero no sólo derogó el trasvase del Ebro, sino que durante la campaña y en los debates con Rajoy, juró que jamás llevaría a cabo una obra similar. Acorraló incluso a don Mariano con esta cuestión. Parte de la situación que vive el PP en Aragón y en algunos lugares como Tortosa es fruto de una campaña durísima en contra del trasvase. Durante este verano, Najwa Nimri, con una voz sugerente, nos cantaba las maravillas que el agua desalada llevaría a nuestras vidas. Todo mentira.
Pasadas las elecciones, hemos sabido que los socialistas están en contra del trasvase de agua del Delta del Ebro, pero a favor de que se transporte desde la cabecera del río Segre hasta Barcelona. Para murcianos, valencianos y almerienses, agua desalada. Para Barcelona, agua del Sícoris, fresquita de la montaña. Por lo visto, se va a construir un trasvase de agua del Segre al Llobregat, pero no de la que se vierte al mar, sino que se cogerá, como he dicho, directamente de la cabecera del río.
Lo gracioso ha sido cómo se ha descubierto la mentira; desde hace unos días están apareciendo en los sembrados de la Cerdaña estacas de colores que marcan el trazado de la futura obra; estacas que los técnicos competentes clavan a hurtadillas, cuando el propietario baja la guardia. Por lo visto, los empleados de la Agencia Catalana del Agua, que es como se llama el organismo, tienen órdenes de no revelar el por qué de las estacas, como si de un secreto militar se tratase.
Para mí, la famosa renovación pasa por dar la murga hasta obligar a la Generalitat, al PSC y a Zapatero, por ejemplo en el debate de investidura, a que den explicaciones del asunto; de lo demás no entiendo.