Con sus decisiones durante toda su primera legislatura, Rodríguez Zapatero consiguió que España fuese colocada en el purgatorio de las relaciones internacionales. Si en lugar de venir de donde veníamos y estar donde estamos, hubiéramos sido un país africano o asiático, hubiéramos caído derechitos al infierno y a engrosar la lista del eje del mal.
Zapatero sabía que muchos dirigentes internacionales le consideraban un presidente accidental, como muy bien le definió el Wall Street Journal y era consciente de que sus relaciones no mejorarían si siempre quedaba la duda de una pronta derrota electoral y una vuelta de España al sentido común.
Ahora, tras revalidar su mandato, podría pensar que ya le ha llegado la hora. Pero no va a ser así. El desprecio por el Gobierno Zapatero no sólo arrancaba de su camino para hacerse con el poder, sino también de sus políticas hacia América y para con Europa. Y salvo que esté dispuesto a cambiarlas ahora, no será sencillo que le acepten en el club de los más importantes.
Para empezar, el nuevo presidente americano, sea quien sea, no promete nada bueno para el Gobierno socialista español. Si es Obama, seguro que se verá con Zapatero, pues tal y como ha dicho, hará cuanto esté en su mano para acercarse y dialogar con sus adversarios. Pero que nos coloque a continuación de Ahmadineyad, Chávez y Castro no es motivo de celebración.
En Europa, ni Merkel ni Sarkozy en la derecha, ni Brown en la izquierda simpatizan con la levedad y arrogancia del presidente español y, como han demostrado con reiteradas pruebas, no están dispuestos a hacerle un hueco en su mesa, ni para hablar de economía ni sobre el futuro de una región que nos afecta tanto como el Mediterráneo.
La realidad de la política internacional es que mientras España no sea fuerte interna, económica y militarmente, poco contaremos a los ojos de los demás. Y hacernos fuertes no parece ser el rumbo del nuevo Gobierno. Más bien lo contrario. Su dependencia del voto radical y extremista, la factura a pagar a los nacionalismos y los guiños pacifistas y antimilitaristas nos dejarán cada vez más desarmados de los instrumentos del poder blando y duro. La carencia de aliados fiables nos dejará más y más aislados y solos.
Si Rodríguez Zapatero sueña con salir del purgatorio en sus propios términos, esto es, dando lecciones a sus homólogos, que se vaya preparando. Es posible que saque a España de ahí, pero para caer más abajo. Ya saben ustedes donde. Puede que a once millones de españoles no les haya importado ayer, pero les afectará por igual mañana.