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Cristina Losada

El patriotismo es el último refugio

Rajoy, en realidad, no debería hablar de otra cosa que del pasado de Rodríguez. Incluido su currículo. Tiene la ventaja de que es breve y leve. Como la lealtad de su dueño.

Aunque escribo unas horas antes de que comience el segundo debate entre Zapatero y Rajoy, no me cabe duda de que el presidente hará notar, de nuevo, que es un gran patriota y que, como dijo en su proclama final el lunes pasado, ha servido con lealtad a España durante muchos años. Nótese que el patriotismo, la lealtad a España y España misma estaban vetadas del discurso de ZP hasta hace medio año. Exactamente, hasta que unas elecciones municipales dieron un primer toque de aviso al socialismo gobernante. El aviso consistió en perderlas y vino a decirles que tanta cuchipanda con los más conspicuos partidarios de la desintegración de España, tantas deferencias con los hombres de paz de la ETA y tanto concepto discutido y discutible como armaron resultaban letales para la reelección una vez que la bomba en la T-4 de Barajas dejó a Zeta sin el anzuelo para la gran pesca de votantes.

Justo porque el patriotismo, la lealtad a España y España misma eran términos tabú para un Zapatero en fraternal abrazo con los nacionalistas y a partir si no un piñón, sí un marco jurídico y político con los terroristas, son ésos ahora los concetos clave del maletín de su campaña electoral. El giro zapaterino comenzó con una catarata de anuncios del "Gobierno de España", la obviedad tautológica del presidente; siguió por mentar a España en toda ocasión; pasó por dejar gobernar en Navarra a UPN, pese al proyecto inicial de hacérselo con los de Nafarroa Bai; y culmina con ese autocalificarse de "patriota" y ese "he servido a España con lealtad" del otro día, que seguramente Zapatero reiterará, pues no todo el mundo está al corriente de lo que decía de esa clase de proclamas el doctor Johnson.

La campaña del PSOE consiste, así, ante todo, en una operación de encubrimiento. ¡Vaya novedad! No ha hecho otra cosa en estos cuatros años a fin de mantener en las tinieblas el contenido de sus negociaciones con ETA, las cesiones de soberanía a los nacionalistas y el serrado de las vigas maestras del edificio constitucional. Claro que no hizo tampoco algo distinto durante el felipismo para tapar la corrupción y el crimen de Estado que distinguieron a aquella etapa tenebrosa. Será una pena que esta noche Rajoy le afee a Zapatero su afán por mirar al pasado, en lugar de recoger el guante y decirle: hablemos del pasado. Largo y tendido. Es improbable. Han conseguido los socialistas que el centroderecha piense que siempre tiene algún esqueleto en el armario y que le conviene eludir el debate sobre el pasado, sea reciente o remoto. Todo lo cual deja la cancha despejada para las falsificaciones. Pues el PSOE, en cambio, es fiel seguidor del principio orwelliano: quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado.

Dicen que al segundo round del debate Rajoy llevará bien preparados los datos de la gestión de los gobiernos del PP, por si Zeta se dedica a ese juego favorito suyo de hacer de oposición a Aznar. Pero lo que tenía que incluir el de Pontevedra en sus alforjas es un recordatorio de los hechos y sucedidos del felipato. A fin de cuentas, a quien sirvió con lealtad Zapatero no fue a España, sino a González. Nada se supo del diputado por León mientras salían a la luz los escándalos. Ni mu dijo el sedicente pacifista cuando Felipe mandó tropas a la guerra de Irak, primera parte. Rajoy, en realidad, no debería hablar de otra cosa que del pasado de Rodríguez. Incluido su currículo. Tiene la ventaja de que es breve y leve. Como la lealtad de su dueño.

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