Hostiles, hipócritas y desproporcionadas; así han sido las reacciones del presidente venezolano Hugo Chávez y de su homólogo ecuatoriano, el también "bolivariano" Rafael Correa, a la eficaz acción de las fuerzas armadas de Colombia que acabó con la vida del número dos de las FARC, el sanguinario Raúl Reyes. Un acto llevado a cabo en defensa propia y en nombre del derecho de los colombianos a vivir en paz y libres de la amenaza terrorista.
La respuesta de Chávez no deja lugar a dudas sobre su papel como alentador y patrocinador del terrorismo. Así, al cierre de la embajada de su país en Bogotá y al envío de 10 batallones a la frontera con Colombia hay que sumar unas declaraciones que sólo pueden ser calificadas de deleznables. Elogiar a Raúl Reyes ("verdadero revolucionario" al que "rendimos tributo") para luego insultar al presidente Uribe ("lacayo" y "mentiroso") es una gravísima provocación que no puede pasar inadvertida a la comunidad internacional, comenzando por la Organización de Estados Americanos. Tampoco el Gobierno de España debería ser ajeno a este nuevo atentado de Hugo Chávez contra la democracia en la región. Así, la política de amistad con la dictadura venezolana y de calculada frialdad con el Gobierno de Colombia debería concluir cuanto antes.
Como primera medida, España debería anunciar la congelación inmediata de todas las relaciones militares con Venezuela y promover una condena a su Gobierno por parte de la Unión Europea. Nada peor para el interés y la imagen de nuestro país que el empleo de armamento español contra el pueblo de Colombia, comenzando por el millón largo de colombianos residentes en Venezuela.
Por si la peligrosa conducta de Chávez, capaz de llevar a su país a una confrontación bélica con tal de mantenerse en el poder, no fuera suficiente, el presidente Uribe debe afrontar ahora la desmesura del ecuatoriano Rafael Correa, que actúa como si fuera un agente de la dictadura venezolana. Más le valdría preguntarse cómo es que su país se ha convertido en santuario de terroristas, y de paso investigar el uso por parte de las FARC de armamento procedente del ejército de Ecuador, en vez de ofender a los colombianos. La negativa de Correa a considerar a las FARC un grupo terrorista y sus constantes guiños a esta organización criminal constituyen una afrenta a las víctimas del terrorismo y un insulto a la dignidad de todos los ecuatorianos. Ecuador no limita al norte con ninguna "guerrilla", como le gusta decir al presidente revolucionario, sino con Colombia, un país acosado por el terror. Que las FARC llamen a Ecuador "país hermano" bastaría para que cualquier gobernante con un mínimo de responsabilidad optara por cooperar con los demócratas a fin de garantizar la seguridad de su propio pueblo.
Ante el triple acoso que sufre Colombia por parte de las FARC y de los mandatarios de Venezuela y Ecuador, sólo cabe la solidaridad con el presidente Uribe. Este respaldo debe materializarse no sólo en la denuncia de cualquier intento de desestabilización del país a manos de caudillos populistas y antidemocráticos, sino también en la cooperación activa con el Gobierno colombiano. Urge por tanto la adopción por parte de España, Estados Unidos, Europa y la comunidad iberoamericana de cuantas medidas sean necesarias para salvaguardar la integridad territorial de Colombia. Chávez ha ido demasiado lejos, y además le han salido imitadores. Mejor actuar ahora que lamentarse luego.