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José García Domínguez

¿Quién es Bernat Soria?

Trátase de algo enfermizo que debe contagiarse a través de eso que los gurús de la gestión llaman la cultura corporativa. "Si todos los demás venden burras ciegas en el expediente y les sale gratis total, yo no voy a ser menos."

Definitivamente, hay algo patológico en esa inclinación universal a mentir sobre sus currículums que padecen los socialistas. Y eso que haciendo un ejercicio de caridad cristiana, uno podría llegar a entender los casos más patéticos, como el del pobre Montilla; alguien que en su fuero interno sabe que los dioses de azar andaban de broma al acomodarlo en la parte de atrás del Audi, y no en el asiento del conductor donde por ley natural le correspondería estar. Por lo demás, y en otro orden de falacias cómicas, que Carme(n) Chacón se presente impunemente en sociedad bajo la máscara de "profesora de Derecho Constitucional" sin poder exhibir ni siquiera un título de doctor lo dice todo, no únicamente del personaje sino del grado de tolerancia para con la farsa de la sociedad española.

Trola, la suya, que, por cierto, propaga al alimón con el propio Rodríguez Circunflejo, perito en lunas que no sólo pretende hacerse pasar por decente, sino también por docente de la misma materia que la otra felona en la Universidad de León. En fin, como se advertía ahí arriba, trátase de algo enfermizo que debe contagiarse a través de eso que los gurús de la gestión llaman la cultura corporativa. "Si todos los demás venden burras ciegas en el expediente y les sale gratis total, yo no voy a ser menos." Algo así ha de pasarles por la cabeza a los compañeros y compañeras en el mismo instante en que prometen cumplir y hacer cumplir las leyes de la decencia moral e intelectual durante el ejercicio del primer carguito que pillan.

De otro modo, no se comprenderían engaños tan flagrantes, absurdos e innecesarios como el que, al parecer, ha perpetrado el ministro de Sanidad con su historial académico. El fraude, aunque todavía presunto, lo desveló el viernes pasado Arcadi Espada en su blog. Y el asunto le merece a uno toda su jocosa y delictiva credibilidad. Aunque sólo sea por intuición. Por el recuerdo personal de aquel submundo cutre que tan bien conoció cuando aún se podía decir joven. Porque la fantasía novelada de Soria le devuelve otra vez el hedor pegajoso e inconfundible de esa maleta repleta de ropa sucia que es la memoria.

Quién sabe, quizá el Adolescente crea que España merece un ministro de Sanidad que farolee sobre poseer la Medalla de Oro de la Real Academia de Ciencias Médicas que nunca se le concedió; de haberse "autoexiliado" en Singapur con tal de poder trabajar como investigador, cuando apenas pasó allí unas vacaciones de verano con su familia; de haber trabajado en Londres a las órdenes de los premios Nobel Erwin Neher y Bert Sakmann, cuando esos caballeros declaran no conocer de nada al personaje; y de haber sido decano de la Facultad de Medicina de Alicante, cuando jamás alcanzó a ejercer ese cargo.

Quizá, decía, el presidente barrunte que también merecemos las mentiras de Soria, y no sólo las suyas. Aunque no estaría de más que, hoy, Mariano Rajoy se lo preguntase en el debate. Así, al menos, saldríamos de dudas.

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