La reciente encuesta del CIS demuestra que el PP avanza y el PSOE retrocede. El debate debería pues centrarse en calcular si las tres semanas que faltan para las elecciones serán suficientes o no para que se produzca el sorpasso.
Sin embargo, hay un factor del que apenas se habla y que podría influir en el resultado. Se trata de la posibilidad de que durante la campaña ocurra un atentado de ETA. No se habla de esta posibilidad porque los que simpatizan con el PSOE no quieren reconocer que, de producirse, les perjudicaría, y los que simpatizan con el PP temen aparentar que desean que el atentado ocurra para beneficiarse electoralmente de él. Pero la posibilidad existe, y analizarla y calcular la probabilidad de que ocurra es algo que debe hacerse.
Lo primero que hay que contemplar es la eventualidad de que la ETA, acosada como ha estado últimamente, no tenga capacidad para cometer un atentado lo suficientemente grave como para influir decisivamente en las elecciones. Por desgracia, no parece que la debilidad de la ETA sea tanta y, además, el terrorismo es muy fácil de emplear y, para cometer un atentado, basta la voluntad y poco más. De modo que hay que aceptar que, si ETA cree que le conviene, intentará cometer un atentado de la escala que considere necesaria.
Luego, la probabilidad del atentado depende de lo que la ETA calcule en cuanto a los beneficios o perjuicios que el mismo pueda reportarle. Los pocos que hablan del asunto están convencidos de que a la ETA le conviene la victoria de Zapatero y que, dado que un atentado la pondría en peligro, no habrá ninguno durante la campaña.
Este sencillo análisis se basa en la convicción de que la ETA percibe que, con Zapatero, será más fácil reabrir un proceso de negociación en el que pueda hablarse de las cosas que a ella le interesan (la autodeterminación y la integración de Navarra en el País Vasco). Pero ¿es correcto este análisis?
Podría no serlo. La actuación de la ETA se rige por el principio de acción, reacción, acción. Las recientes detenciones de batasunos y etarras (la supuesta "reacción" del Gobierno a la "acción" de los atentados de la T-4 y Capbreton) les obliga estratégicamente a responder con alguna nueva "acción". Renunciar a ella va contra su lógica terrorista.
En consecuencia, un atentado inmediato, con ser improbable, no lo es tanto como en principio pudiera parecer. Dios quiera que la ETA se limite a pensar que la victoria del PSOE le conviene y, para no entorpecerla, renuncie a atentar durante al campaña.
Sin embargo, el resultado más doloroso de este análisis no es comprobar que un atentado de la ETA durante la campaña electoral es más probable de lo que en principio cabría esperar. Lo más terrible es darse cuenta de que, por primera vez en nuestra breve singladura democrática, la banda terrorista prefiere a un candidato sobre otro cuando lo deseable es que abomine por igual de los dos. Terrible responsabilidad la del que, aviniéndose a negociar con terroristas, se ha convertido en su candidato preferido.