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Cristina Losada

Sus xenófobos, Zetapé

El zapaterismo profería días atrás acusaciones de xenofobia con gran alarde de indignación. Que no busque la xenofobia lejos, porque la tiene al lado. Codo con codo. Está en sus socios preferentes.

A Zapatero le ahorraron este fin de semana, en San Sebastián, la ocasión de mirarles a los ojos a unos manifestantes que profesan la peculiar xenofobia que sufrimos en España: la de aquellos que tachan de extranjeros e invasores a los españoles, los odian a muerte, quieren echarlos de su propia tierra y aplauden que se los asesine. No tuvieron la suerte ni el privilegio del presidente ciertos ciudadanos de a pie.

Pero no sólo en el País Vasco. También en Galicia asomaba la cabeza de la sierpe. El viernes en La Coruña y un día después en Vigo, los asistentes a dos actos legales y pacíficos de asociaciones que reclaman la libertad de idioma y el derecho a elegir la lengua de la enseñanza se vieron en la tesitura de soportar a pelo o con insuficiente protección que grupos organizados de nacionalistas los coaccionaran, los insultaran, los amenazaran y hasta los agredieran. Un miembro de Nuevas Generaciones resultaba herido en Coruña. En Vigo, los camisas pardas del nacionalismo galaico, junto a improperios y gritos de "fuera españoles", le gritaban "¡sabemos donde vives!" a la presidenta de Galicia Bilingüe, Gloria Lago. Claro que, a lo mejor, eso no es una amenaza y hay que tomarla con mucha alegría, como recetan el doctor Montes y otros artistas de la PAZ perpetua.

La intimidación les sale gratis, de modo que continúan. Pero además cuentan con protección. Los amparan los nacionalistas respetables que ocupan parcelas de gobierno y copan espacios en la cultura, en los medios, en la Universidad y en los centros de enseñanza. Y los abriga la pasividad cómplice de unos socialistas entregados. Ninguno condena a las pandillas de la porra. A fin de cuentas, hacen el trabajo sucio de atemorizar a quienes puedan alzar la voz contra sus proyectos políticos y lingüísticos, valga la redundancia. La experiencia del País Vasco y de Cataluña muestra que a través del terror, del miedo, de la manipulación, una parte de la sociedad llega a doblegarse a los designios de unas castas dirigentes que viven de alimentar la desafección y el odio al resto de España. En Galicia aparecen las Sturmabteilungen del nacionalismo justo cuando surgen asociaciones contrarias a la imposición lingüística que logran gran respaldo. Pero el huevo de la serpiente se ha incubado bajo el consenso. Consenso de los partidos y el establishment para modificar los hábitos lingüísticos de los gallegos. Consenso para exaltar los "hechos diferenciales". Consenso para fundar la autonomía sobre rasgos identitarios. Roto el artificio del consenso desde la sociedad civil, salen del cascarón los que persiguen y violentan al disidente indefenso.

El zapaterismo profería días atrás acusaciones de xenofobia con gran alarde de indignación. Que no busque la xenofobia lejos, porque la tiene al lado. Codo con codo. Está en sus socios preferentes. En aquellos con los que ha mantenido las mejores relaciones. Con los que ha sellado alianzas de poder a cambio de pedazos de soberanía. Y con los que ha negociado asuntos que no ha querido confesar. Se jactaba ZP de no callar ante los que defienden la exclusión. ¿Y qué hacen sus apreciados nacionalistas sino excluir, castigar y atemorizar a los que no son de la cuerda? Ante ellos, que apenas disimulan el tufo racista de sus orígenes, el ahora señor de la Zeja no es que calle, es que otorga.

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