Me imagino que sabrán que Carla Bruni-Tedeschi y Nicolás Sarkosy se casaron el pasado sábado en el Palacio del Elíseo en una ceremonia privada, y por lo civil. Pues bien, se han casado ¿y qué? Los franceses son bichos raros. Por un lado, exigen de los medios todos los chismes que puedan averiguar sobre la vida privada de los famosos, y nadie hay más famoso que el presidente. Si alguien instalara una cámara oculta en el dormitorio de la nueva pareja, aplaudirían frenéticamente. Pero luego, en los sondeos, se muestran muy críticos con la mediatización de la vida privada de Sarkozy. Es que no son los mismos, me dicen, quienes critican a los medios son personas de cierta edad, conservadoras, acostumbradas a votar a "la derecha". Falso. Lo cierto es que muchos de los que en las encuestas exigen más discreción se precipitan para comprar Paris-Match y todas las demás revistas en las que salen fotos y se cuentan chismes sobre Carla y Nicolas.
Pero si las noticias no son buenas no se debe únicamente a los líos de faldas de Sarkozy, que ha bajado a un 41% en los sondeos. Las timoratas reformas emprendidas darán sus frutos, si los dan, dentro de un año o algo así. Me refiero a la anulación, de hecho, de las 35 horas, a una mayor flexibilidad en el mercado laboral y a otras medidas para favorecer el empleo. La reducción de la burocracia estatal, con la unificación de los dos administraciones de Hacienda y las dos de la Seguridad Social que se hacen cargo de los parados, sigue en proyecto, y la disminución de los impuestos surtirá efecto en los próximos meses. Lo mismo ocurre con otras reformas, como la de las universidades, que van para largo, pero que, de entrada, cuestan caro.
Sea por lo que sea, resulta que los franceses están malhumorados; por diversos motivos, a menudo contradictorios, pero siempre es así. Uno de los motivos más evidentes y concretos de este mal humor es que los salarios no aumentan mientras suben los precios. Las elecciones municipales que tendrán lugar este 9 de marzo, como nuestras legislativas, se presentan mal para el Gobierno. Podría expresarse un "voto de castigo" que sería una catástrofe para Francia. Primero, porque eso podría frenar las tímidas reformas emprendidas. Pero también porque el PS, basándose en su éxito municipal, se negará a transformarse en partido realmente reformista al no tener que hacer nada para ganar, sólo estar "en contra".
Este inmovilismo se ha confirmado estos días con el voto al tratado europeo "simplificado", un bodrio por el que unos socialistas votaron "si", otros "no" y algunos se abstuvieron. (Pensar que el cretino de Almunia, comisario europeo, podrá seguir dando órdenes al Gobierno francés, u a otro, es un verdadero aquelarre.) El PS está en una confusión total y su vacío absoluto sólo beneficia, algo, a Ségolène Royal, o sea, lo peor. Los medios, siempre caprichosos, han lanzado una nueva estrella: Olivier Besancenot. Apoyado por su chulo Alain Krivine quiere disolver la trotskista LCR para fundar "un gran partido anticapitalista", digo yo que subvencionado por la Societé Genérale...