La caciquil oferta de Zapatero de devolver a cada contribuyente 400 euros del IRPF en caso de ganar las elecciones ha provocado tal catarata de críticas en los más diversos ámbitos políticos y sociales que bien podríamos afirmar, a menos de 24 horas de conocerse, que al PSOE le ha salido el tiro por la culata con esta promesa electoral.
La demagogia de esta oferta de Zapatero ha sido tan burda y descarada que más que un engañoso guiño electoral se ha convertido en un muy perceptible insulto a la inteligencia de los ciudadanos. No hay que extrañarse por ello de la falta de entusiasmo y hasta la renuencia que muchos dirigentes del PSOE han mostrado este lunes a la hora de defender semejante propuesta de la que rápidamente se han desmarcado hasta sus socios de gobierno.
Desde Aznar hasta Llamazares, de Duran i Lleida hasta Esperanza Aguirre, pasando por las organizaciones de consumidores o los sindicatos, ha habido una coincidencia a la hora de tildar de "frívola" o "caciquil" esta propuesta que trata de comprar, de manera puntual y en periodo electoral, a los ciudadanos en su condición de contribuyentes.
Lo menos malo que se podría decir de esta oferta de Zapatero es que se trata de una forma disimulada de admitir los problemas que hasta ahora se ha negado a reconocer en nuestra economía. Sin embargo, lo cierto es que este "cheque-regalo" de Zapatero, sufragado con el dinero de los contribuyentes, nada tiene que ver, ni en la forma ni en el fondo, con el necesario estimulo que para nuestra economía supondría una verdadera y permanente rebaja de impuestos.
Si el ministro Caldera considera que "las elecciones no se dirimen en el terreno de la economía, sino en el de los valores", habrá que concluir que con su oferta, al margen de su nulo efecto en nuestra economía, Zapatero nos ha dejado en evidencia que su Gobierno está más próximo a los valores del caciquismo decimonónico que a los de una democracia madura del siglo XXI.