El primer año de la campaña 2008 –piense en ello– ha establecido claramente que las perspectivas del Partido Republicano son escasas. En los dos primeros enfrentamientos de importancia, Mike Huckabee ha terminado primero y tercero, John McCain cuarto y primero, Romney en segundo lugar las dos veces. Rudy Giuliani ha estado aguantando el tipo, esperando a Florida, que el 29 de enero asignará más delegados de la convención (114) de los que asignan Iowa, Wyoming y New Hampshire juntos (92). De manera que, aferrándose a los clichés como a un clavo ardiendo, los Republicanos se felicitan de lo uniformemente que están repartidas las fuerzas del partido, tal como están, entre sus candidatos.
Pero aunque solamente un tercio del 1 por ciento del electorado nacional –aquellos que han participado en los actos de nominación de Iowa, Wyoming y New Hampshire– se haya pronunciado, los Demócratas tienen más motivos que hace tres semanas para tener la vista puesta en un noviembre muy prometedor. Los Republicanos realistas buscan refugio.
El 4 de noviembre podría ser su día más desagradable desde el 3 de noviembre de 1964. En realidad este noviembre podría ser aún peor, porque la pérdida de 44 estados en 1964 por parte de Barry Goldwater servía a un fin, la reorientación ideológica y la revitalización del partido. ¿Qué candidato Republicano podría dar lugar este año a una pérdida constructiva parecida?
Todos los indicadores usuales hoy son tristes para los Republicanos. Si esta afirmación tajante parece anti-intuitiva, ponga un contraejemplo. Los indicadores adversos incluyen: cambios en la identificación del electorado con los dos partidos (Demócrata el 50 por ciento hoy, Republicano el 36 por ciento); la tendencia entre los independientes (se decantaron por los candidatos Demócratas en el 2006 por 18 puntos de ventaja); el hecho de que los Demócratas ocupan la mayoría de los escaños de los congresos en estados con 303 votos electorales; la fuerza de los Demócratas y la relativa debilidad de los Republicanos en la recaudación de fondos; el porcentaje de americanos que piensa que el país se encuentra "en el camino equivocado"; el déficit relativo de entusiasmo de los Republicanos frente al entusiasmo de los Demócratas por Hillary Clinton y Barack Obama, uno de los cuales saldrá nominado.
Iowa y New Hampshire fueron dos de los tres estados (Nuevo México es el tercero) que cambió de alineamiento partidista entre el 2000 y el 2004: Iowa se volvió Republicano, New Hampshire Demócrata. La participación Demócrata fue el doble de la participación Republicana en Iowa y casi un 22 por ciento por encima en New Hampshire. George W. Bush se llevó Iowa por apenas el 0,67 por ciento de los votos. A quienquiera que nominen los Republicanos, debe asumir que tiene que reemplazar los siete votos electorales de Iowa si va a alcanzar el total de 286 de Bush en el 2004.
Los Republicanos intentan reconfortarse en el dato de que 61 miembros Demócratas del Congreso representan a distritos electorales que ganó el Presidente Bush en el 2004. Pero 37 de aquellos se ganaron con al menos el 55 por ciento de los votos. Además, 14 representantes Republicanos ganaron en el 2006 por un margen de un solo punto porcentual, o menos.
De acuerdo, en los últimos 150 años, Franklin Roosevelt, Lyndon Johnson y Jimmy Carter (éste por los pelos) son los únicos Demócratas en lograr el 50 por ciento del voto popular. Y este año los Demócratas aún podrían hacer a los Republicanos el regalo de Hillary Clinton, que probablemente tenga un umbral de voto popular del 52 por ciento. Un mensaje subliminal –demasiado– de Obama es que Clinton no puede obtener el mandato claro que es necesario para los grandes cambios: la entrada en vigor de la seguridad social en 1935 se produjo después de una en 1932 de Franklin Roosevelt con el 57,4 por ciento de los votos. Y en 1965 Medicare llegó tras la victoria de Lyndon Johnson sobre Barry Goldwater con el 61 por ciento.
Pero incluso si los Demócratas nominan a Clinton, los Republicanos tienen que recordar que el margen de victoria de Bush en el 2004, de 2,4 puntos, fue poco impresionante: en las 12 reelecciones de presidentes anteriores, el margen de victoria promedio fue de 12,9 puntos. El 50,7 por ciento de voto obtenido por Bush en 2004 fue el tercero más reducido para un presidente que renueva mandato (Woodrow Wilson y Bill Clinton lograron que el 49,2 por ciento en 1916 y 1996 respectivamente). El 48,3 por ciento de Kerry fue el más grande visto nunca frente a un presidente que vuelve a ser elegido. (En las 12 reelecciones anteriores, ningún candidato perdedor obtuvo más del 46,1 por ciento; nueve de los perdedores obtuvieron menos del 45 por ciento).
Las primarias Republicanas del martes tienen lugar en uno de los estados peor gobernados de la nación. Bajo un gobernador Demócrata, Michigan se ha visto gravado fiscalmente hasta una recesión estatal. De aquél Estado es Mitt Romney, el candidato Republicano que mejor entiende cómo se crea la riqueza, podría revivir su campaña planteando: ¿Quién quiere usted que sea Presidente en el 2010, cuando expiren los recortes fiscales Bush a los que se opone McCain? ¿Mike Huckabee, (partidario de un impuesto nacional sobre la venta de al menos un 30 por ciento) dedicado a incrementar dramáticamente la proporción de la recaudación fiscal abonada por la clase media?
Los Republicanos deben intentar elegir al próximo presidente. No pueden evitar elegir cómo se va a definir su partido, incluso si es con una derrota bajo un estandarte digno.