Todos y cada uno de los demócratas que se presentan a presidente piensan que los activistas contrarios a la inmigración ilegal son todos racistas y xenófobos. ¿De verdad hacía falta un candidato republicano que pensara de la misma manera?
El candidato republicano Mike Huckabee, el ex gobernador de Arkansas que no tuvo interés alguno en su cargo por controlar la frontera, logró una asombrosa aprobación por parte de Jim Gilchrist, fundador del Minuteman Project. Pese a que durante su mandato como gobernador se opuso a las sanciones a los empresarios por contratar ilegales y a favor de que el contribuyente pagara la educación de los mismos, Huckabee obtuvo el apoyo de Gilchrist revelando un plan de seguridad nacional improvisado y de aspecto prometedor.
El problema es que Huckabee siente un claro y abierto desprecio desde hace mucho tiempo a sus nuevos compañeros de cama. Hace apenas dos años, Huckabee compareció ante el colectivo hispano de fronteras abiertas, la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC), predicando una política de puertas abiertas. Según el Arkansas News Bureau, Huckabee también criticó la ley del estado que exige pruebas de ser ciudadano norteamericano para poder registrarse para votar e hizo hincapié en que informar a las autoridades de la presencia de inmigrantes ilegales era anticristiano, antiamericano, irresponsable y contrario a la vida, además de "incendiario", "racialmente provocativo" y "demagógico".
El año pasado, Huckabee reprochó su posición a los detractores de la vergonzosa ley de amnistía bipartidista que concedía un perdón masivo a los extranjeros ilegales, declarando que estaban "movidos por el racismo o el nativismo". Tildó de "completa locura" la aplicación estricta de las leyes de inmigración –eso que apoya ahora– en su libro publicado justo a tiempo para que coincidiera con el inicio de su campaña para las presidenciales. Hasta invitó al Gobierno mexicano a establecer un consulado en Arkansas cediendo un espacio en alquiler para sus oficinas al precio simbólico de un dólar al año, de modo que sus funcionarios pudieran empezar a extender tarjetas de identificación a extranjeros ilegales para que las usaran con bancos y empleadores.
Pero ahora que necesita demostrar su fe en el control de las fronteras, Huckabee está hecho un cielo. "Francamente, Jim – le dijo al fundador del Minuteman Project en una rueda de prensa en Iowa el martes –, tengo que decir que hubo momentos en los primeros días del Minutemen en los que pensé: '¿qué están haciendo estos tipos, de qué van?' Confieso que te debo una disculpa."
Son Gilchrist y quienes permiten que pase sin crítica la cínica conversión de Huckabee los que lamentarán sus actos y tendrán que disculparse, se lo garantizo. Huckabee mostró sus verdaderas intenciones en un debate en español de Univisión, cuando cortejó a la multitud lamentando que se use el "perfilado racial" con los inmigrantes, mientras callaba las muchas ocasiones en que no se detiene a extranjeros criminales que pueden así seguir cometiendo delitos porque políticos y jefes de policía políticamente correctos están más preocupados por ser acusados de hacer "perfilado racial" que por proteger al público.
Claro que Huckabee no es el único político en el bando republicano que cambia de chaqueta sin avergonzarse en lo más mínimo. Rudy Giuliani, ese que apoyó las políticas de asilo antes de estar contra ellas, pero cuya política de asilo no fue en realidad una política de asilo, de todas formas, ahora cita "el consejo de un gran hombre, el padre Hesburgh, que dijo, 'debemos cerrar la puerta de atrás de la inmigración ilegal para poder preservar la puerta principal de la inmigración legal'." En una entrevista con el reportero y columnista Bill Sammon, del Washington Examiner, Giuliani dice ahora que de verdad de la buena habría deportado a 400.000 extranjeros ilegales de Nueva York si hubiera podido. Claro, si todos sabemos que da lo mismo que pusiera una demanda contra los agentes federales para impedirles aplicar las leyes de inmigración. Tampoco importa que haya estado invitando abiertamente a los extranjeros ilegales a que se establecieran en sus santuarios de fronteras abiertas. Sammon informa de que el entonces alcalde dijo en una rueda de prensa en 1994:
Algunas de las personas más productivas y que más duro trabajan en esta ciudad son extranjeros sin papeles. Si alguien viene aquí y trabaja duro y resulta que no tiene papeles, es alguien es una de las personas que queremos en esta ciudad. Usted es alguien que queremos proteger, y queremos que salga de esa vida que con tanta frecuencia se parece a la de un fugitivo, algo realmente injusto.
Cerrando la lista de los falsos conversos se encuentra el senador John McCain. A comienzos de este año era el crítico más abierto de los conservadores de base que se movilizaron contra la ley de amnistía. Ahora dice que ha aprendido la lección y apoya blindar la frontera. No ha aprendido nada. Durante la debacle de aquella ley llamó "nativista" a Rush Limbaugh y en el debate de Univisión repitió ese "lenguaje directo" tan despreciativo, atacando lo que él llama retórica anti-hispana. En una entrevista con el New Yorker, despreció irritado las preocupaciones por la inmigración en Iowa como algo marginal e irracional, apenas un "puñado de jubilados" cautivados por la "emoción" de estar sufriendo un asalto cultural.
Ya es bastante malo que los candidatos demócratas sigan atrapados en una mentalidad del 10 de septiembre en lo que al nexo entre inmigración y seguridad nacional se refiere. La pregunta a los conservadores es: ¿un republicano chaquetero mejor o peor?