Un año más, el presidente del Gobierno ha felicitado la Navidad a las tropas españolas que cumplen misiones en el exterior. Eso sí, Zapatero insiste en forzar el discurso para explicar la presencia de soldados en situaciones conflictivas (Afganistán o Líbano) como si se tratara de acciones humanitarias. Pero nuestros soldados no son actores humanitarios. Los ejércitos son caros y demasiado especializados como para dedicarse a repartir pan y caramelos. Tienen otras misiones al menos igual de importantes; entre otras dar seguridad a los que sí son actores humanitarios. Pero esto a Zapatero no le interesa demasiado.
En la década de los ochenta, la decisión política de incorporar a las Fuerzas Armadas en las operaciones de paz mejoró su imagen en la opinión pública. En ese momento fue la mejor opción y, sin duda, permitió justificar mejor el gasto en Defensa para responder a una nueva dinámica. Pero ahora Zapatero ha ido demasiado lejos; con su obsesión pacifista, ha acabado por desvirtuar la verdadera esencia y razón de ser de las Fuerzas Armadas. Primero, porque las campañas del Ministerio de Defensa están empeñadas en presentar a nuestros soldados como los actores humanitarios que no son. Y segundo porque se habla incluso de las Fuerzas Armadas como Militares sin Fronteras o el ONGército, sin tener nada clara la naturaleza y los objetivos de las denominadas misiones de paz.
Esta distorsión que Zapatero tiene de la naturaleza de las Fuerzas Armadas provoca problemas importantes. Alonso ha recordado que en 2008 no habrá más de 3.000 soldados desplegados fuera de nuestras fronteras. Es la obsesión del Gobierno. Pero este corsé, según los propios militares, provoca numerosos quebraderos de cabeza: dificulta el planeamiento, la ejecución, los traslados y la seguridad. Tiene efectos en todas las misiones, como se vio en la espantada de Haití sin dejar la tarea terminada para así cubrir las demandas en Afganistán. O el despliegue de la misión en el Líbano, realizado en dos fases sólo para no superar el límite de 3.000 hombres. O no contabilizar los desplazados con carácter temporal para construir las bases de los destacamentos. Se trata sólo de algunas consecuencias de estar atrapados en este inexplicable techo.
El techo es una decisión política de este Gobierno que perjudica la seguridad de nuestros propios soldados en el exterior. Y los errores parece que irán a más. A partir del 1 de enero de 2008 España pondrá a disposición de la Unión Europea un Battle Group; más de 2.300 efectivos que podrán ir a cualquier parte del mundo si Bruselas lo solicita. ¿Qué pasará si tiene que mandarlos a alguna misión? ¿Recortará efectivos de otras misiones, arriesgando sus operaciones y su seguridad, rompiendo los compromisos internacionales? ¿Sobrepasará el gobierno su límite autoimpuesto, incumpliendo su palabra? En ambos casos tendrá que dar explicaciones. Tiempo al tiempo.