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Juan Carlos Girauta

¿Y ahora qué?

Si el Gobierno está manchado y ni siquiera desea lavarse las manos, ocultarlo no mejorará las cosas. Z está de rodillas ante los asesinos; les dice de todas las maneras imaginables que una palabra de ellos bastará para sanarle.

Todos siguen donde estaban; los unos por la labor de vencer a la ETA, los otros inflexibles en la rendición, inasequibles a la dignidad, dispuestos a negociar con los terroristas. Mediante una simple votación se ha comprobado lo sincera que fue la presencia del PSOE y los partidillos palmeros de la anti España en la fallida manifa madrileña.

Con pulcritud extrema, concedimos el beneficio de la duda al presidente que un aciago día de 2005 había tendido la mano a ETA a cambio de señales. Y señales de humo ha tenido; del humo de las pistolas que abatieron a nuestros jóvenes ángeles de la guarda.

Nos contaban los más enterados, los mejor informados, los que están en el ajo, que esta vez iba en serio, que el presidente había entendido lo que había que hacer, que los asesinatos de Capbreton habían devuelto a la realidad al lewiscarrolliano y a su equipo. Apostillaban que la intención de seguir negociando era un rumor perverso de la extrema derecha.

Causa ya hartazgo que los más enterados no se enteren de nada, que los mejor informados desinformen, que los que están en el ajo sirvan a sus lectores ajo y agua. ¿Extrema derecha? La votación del Congreso es de una claridad meridiana: el PSOE rechaza desdecirse, mantiene vigente la resolución de 2005.

Por cuarta vez se niega el parlamento a asumir lo que reza el primer punto de Astarloa, que contiene todos los demás: "Con los terroristas no se va a negociar nunca". Dice pues el poder legislativo –aunque sea por omisión y forzado por la palanca de la oposición– que estamos donde estábamos, que con los terroristas se dialogará si median señales.

Vamos a dejarnos de cuentos, que se trata de la vida y de la libertad. Si el Gobierno está manchado y ni siquiera desea lavarse las manos, ocultarlo no mejorará las cosas. Z está de rodillas ante los asesinos; les dice de todas las maneras imaginables que una palabra de ellos bastará para sanarle. Puaj. Si a alguien esto le sigue pareciendo de extrema derecha es que se ha perdido en el extremo centro de la nada.

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