Con mucha probabilidad, el atentado contra la Guardia Civil en Francia no será el último protagonizado por ETA en esta legislatura. Los ha habido antes, y quizá los vuelva a haber, habida cuenta del material incautado. Pero el Gobierno sigue poniendo paños calientes a la banda terrorista; el último con Rubalcaba hablando de un atentado "fortuito", es decir, accidental. Como si la banda terrorista no esté demostrando cada día mantener más viva que nunca su voluntad de matar. Como si los tiros se le escaparan por casualidad. Parece claro que ETA hará todo el daño que pueda. De aquí a las elecciones y más allá de ellas.
La negativa del PSOE a revocar la invitación del Parlamento para negociar con los terroristas, y la dilación del Gobierno en iniciar el tramite para ilegalizar ANV responden a una grave incapacidad del Ejecutivo para comprender la nueva realidad. Zapatero interiorizó hasta tal extremo su convicción de que ETA no volvería a matar que ahora es incapaz de asumir estas muertes, reconocer su fracaso y rectificar, más allá de las palabras, su política antiterrorista. Confunde aún sus deseos con la realidad, se paraliza ante las malas noticias y entorpece la lucha antiterrorista.
Lo peor para el Gobierno es que las palabras, los gestos y las decisiones tomadas durante su negociación con ETA se vuelven ahora como dardos envenenados contra Zapatero. ¿Cómo pueden asumir las victimas de estos atentados que sus asesinos sean catalogados de "hombres de paz"? ¿Cómo soportar que los atentados se sigan calificando de accidentes "fortuitos" como si el último guardia asesinado estuviera en el sur de Francia de vacaciones y se encontrara con los terroristas por casualidad? Durante mucho tiempo, el Gobierno se ha dedicado a blanquear a los terroristas y a quitar importancia a sus crímenes y atentados. ¿Y ahora qué? Una sociedad como la española puede aguantar con estoicismo democrático el dolor causado por los terroristas, pero lo que no puede soportar es la humillación inflingida por sus propios gobernantes.
ETA parece dispuesta a hacer pagar caro al PSOE el incumplimiento de los compromisos pactados a cambio de su última tregua. Y quiere cobrar esa deuda con sangre inocente. No tenemos demasiadas esperanzas, pero Zapatero debería perder definitivamente toda esperanza de que ETA tenga voluntad alguna de abandonar su actividad criminal. Incluso desde su propio interés debe, y ya, actuar en consecuencia: Retirar en el Congreso el permiso para negociar, e ilegalizar ANV. ¿Lo hará? No lo parece; está paralizado. Cada vez que ETA mata, entra en un estado de shock preocupante. Por suerte su parálisis no afecta a toda la lucha antiterrorista. Nuestra única esperanza queda en manos de valientes como Raúl Centeno y Fernando Trapero, que arriesgan e incluso dan su vida para evitar la miseria terrorista, subsanando la parálisis gubernamental.