La ceremonia de la confusión que el Gobierno, el partido que lo sustenta y todos sus terminales mediáticos han puesto marcha a cuenta del atentado de Capbreton puede llegar a su apogeo este martes con motivo de la manifestación en repulsa del asesinato de Raúl Centeno. La única reacción posible frente a los criminales es la que tanto la AVT como el Partido Popular o el Foro de Ermua vienen insistiendo desde hace años: ilegalizar ANV y PCTV, revocar la resolución que permite al Gobierno negociar con la ETA y volver al Pacto Antiterrorista. El Gobierno, sin embargo, insiste en lo de siempre pero, esta vez, con el pie cambiado, como si las consignas no hubiesen circulado a la velocidad adecuada.
Por un lado Conde Pumpido se apresura en asegurar que las gestiones para poner a ANV fuera de la ley no son cosa de ayer y avanzan a buen ritmo, aunque de PCTV no haya dicho nada. Por otro, el inefable Bermejo insiste en que no hay indicios para actuar contra la formación proetarra. Algo, definitivamente, no funciona dentro del Gobierno y quizá no sea el nerviosismo la única causa. Esto entronca directamente con el objeto de la manifestación, convocada deprisa y corriendo para poner el viento a su favor en una situación tan comprometida para el Gobierno como es la de haber dialogado con los que dispararon el sábado contra los dos agentes de la Benemérita. Que Zapatero pida la derrota de la ETA es un brindis al sol sin demasiado sentido pues, a fin de cuentas, él, a diferencia del PP o de la AVT, tiene la capacidad política de actuar.
Pero la acción está siguiendo otros derroteros muy distintos. En lugar de poner a los terroristas contra la pared, que es de lo que trata todo esto, el Gobierno quiere rematar la maniobra de prestidigitación política echando un farol al Partido Popular y a las víctimas para apropiarse de su prestigio y de su imagen de firmeza frente a los asesinos. Pero es sólo de boquilla, porque Zapatero ya ha anunciado que él no se personará en la concentración escudándose en fútiles pretextos de agenda. No es extraño, lo que necesita de los populares puede obtenerlo sin necesidad de exponerse a los más que previsibles abucheos que recibirá tras una legislatura consagrada casi por entero a entenderse con una banda de criminales. Esa pancarta no la quiere Zapatero, no vaya a ser que le abronquen como abroncaron los suyos a Aznar durante la manifestación del 12 de marzo de 2004.
En definitiva, el Gobierno ha llegado tarde a pedir lo que otros llevan casi cuatro años pidiendo. Además, lo ha hecho mal; con medias palabras y mojándose lo justo para no salir escaldado. Y, por último, lo más probable es que, una vez pasado lo peor, no lo haga nunca, pues mientras no pida explícitamente al Parlamento que revoque la resolución que le dio luz verde para trapichear con la ETA no habrá condena ni redención posible.