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José García Domínguez

Derecho a decidir

"Sí, fuimos los tres". Lacónica respuesta de Joan Clos, ex alcalde de Barcelona, a la siguiente pregunta de Julia Otero en un magazine de la televisión local: "¿Es cierto que usted, Aznar y Jordi Pujol pactaron el trazado definitivo del AVE?"

El sábado, contemplando desde el Bracafé de la calle Caspe la riada humana que se dirigía a la manifestación para reclamar el derecho a decidir que la realidad no existe, me hice la misma pregunta que Vargas Llosa en Conversación en la Catedral –"¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?"–. Por lo demás, apenas tardé unos segundos en responderme a mí mismo. Porque a los que hemos vivido el proceso de la construcción nacional desde el inicio, no nos resulta difícil localizar el instante exacto en que la idiotización de la opinión pública alcanzó esa masa crítica a partir de la cual nunca existe posibilidad alguna de dar marcha atrás.

Cataluña se jodió –para siempre – el día que Luis Burón Barba presentó una querella criminal contra un banquero por vulgares delitos contemplados en el Código Penal, y decenas de miles de honrados contribuyentes le respondieron gritando: Això és una dona! Los que aquella noche no tuvimos la lucidez de hacer las maletas y marcharnos, al menos, sí alcanzamos a comprender que ya no había nada que hacer, que lo demás sólo sería una cuestión de tiempo.

El sábado, estaban todos. Estaba la misma claque, igual de disciplinada y bovina que cuando el banquero se fumó el balance del banco. Estaba el banquero. Estaba la dona del banquero. Estaba el que sustituyó al banquero y su dona. Estaba el viejo nazi que el banquero nombrara presidente del Parlament. Estaba el hereu con su tupé de acero y su calvo de oro. Estaba el divino filósofo que gestó la hermenéutica diferencial del ombligo catalán mientras tomaba copas en el Boccaccio. Por estar, esta vez hasta estaban los lameculos de la prensa.

Todos, con sus pancartitas y sus esteladas. Todos, exigiendo a gritos el derecho a decidir. El derecho a decidir lo que nadie más que ellos había decidido, en riguroso secreto y pasándose la senyera y los intereses de Cataluña por el forro de su infinita incompetencia. Resulta que, ahora, reclaman la independencia porque unos inútiles, contra el criterio de Madrit, impusieron que el AVE debería llegar hasta la estación de Sants. Y chillan "Puta Espanya!" porque, frente al proyecto inicial del Ministerio, los mismos necios exigieron que el tren tenía que pasar por El Prat. Y berrean, angustiados, que son una nación porque idénticos descerebrados diseñaron el trazado de un túnel con el único fin aparente de demoler la Sagrada Familia.

En fin, quién sabe, tal vez el Perú aún tenga remedio.

Nota bene: "Sí, fuimos los tres". Lacónica respuesta de Joan Clos, ex alcalde de Barcelona, a la siguiente pregunta de Julia Otero en un magazine de la televisión local: "¿Es cierto que usted, Aznar y Jordi Pujol pactaron el trazado definitivo del AVE?"

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