Terrible ha sido el atentado contra dos guardias civiles. ¿Qué dice el Gobierno? Poco. ¿Qué dice el presidente del Gobierno? Condena el atentado. Vale. ¿Qué dice el jefe de la oposición? Condena al atentado. Vale. Pero esto es poco. El presidente del Gobierno debería reconocer algunos errores y corregir muchas acciones. Y el jefe de la oposición tenía que haber dicho algo más, sí, algo que piensan millones de españoles. En ese ambiente, siento decirlo, no puedo dejar de criticar este tipo de condena retórica. Nada convincente se ha anunciado contra ETA por parte de los responsables del Estado y del Gobierno. Ninguna declaración seria ha sido hecha fuera de lo trillado. Ninguna decisión se ha tomado contra el terror que no sea estratégica a tres meses de las elecciones.
Me preocupa sobremanera, desde el punto de vista político, que el jefe de la oposición haya sido tan parco en sus declaraciones, tan suave y recatado que muchos ni se han enterado de que ha dicho algo. ¿Qué cosa retiene el pueblo sencillo de lo dicho por Rajoy? Casi nada. Millones de españoles esperaban que Rajoy verbalizase lo que ellos pensaban. ¿Cuál era la principal preocupación de esos españoles? Un asunto muy sencillo. Cualquier periodista honesto podría captarlo con sólo prestar oído a las conversaciones de la gente sencilla en la calle.
Sin embargo, por desgracia, la prensa del domingo nada ha recogido de esas conversaciones callejeras y menos todavía de esos silencios de la oposición; en verdad, casi toda la prensa del domingo participa de la inmoralidad política y social que infecta a la nación. Los grandes editores no quieren pensar el atentado del sábado, 1 de diciembre; algunos incluso repiten artículos de la semana pasada. Prefieren quedarse en lo trillado. Todo es retórica. No quieren recordar los motivos y las razones de la manifestación de la AVT del día 24 de noviembre. Todos se refugian en el discurso de la falsa "unidad" para derrotar al terror.
La inmoralidad inunda la nación. La inmoralidad oculta lo decisivo: dos hombres jóvenes están muertos por defender la unidad de la nación. La inmoralidad tapa el dolor de millones de españoles ante la muerte de dos guardias civiles. Nadie habla de la negociación de Zapatero y ETA excepto el Gobierno autonómico vasco, que exige a Zapatero seguir negociando con los criminales. Es cruel la exigencia, pero es más cruel que el Gobierno no haya contestado todavía negativamente. Nadie habla de los pactos de gobierno con los nacionalistas que destruyen la Nación, excepto los propios nacionalistas catalanes que se manifiestan para separarse de España. Nadie habla de la nefasta política del Gobierno para acabar con ETA, excepto las asociaciones de víctimas del terrorismo. Nadie con responsabilidades en el Parlamento nacional le exige a Zapatero nada contundente y serio respecto al terrorismo de ETA.
Ni siquiera, insisto, Rajoy le ha preguntado a Zapatero lo que están pensando millones de españoles. No, no, no se trata de responsabilizar a Zapatero de lo ocurrido en el sur de Francia. Aunque millones de españoles lo piensen movidos por la indignación ante el atentado de ETA, no sería digno de un jefe de la oposición decir algo semejante a la "cólera del español sentado". Excepto a los criminales, a nadie se le puede imputar criminalidad. Pero millones de españoles esperaban de Rajoy algo más que brindarle el apoyo al Gobierno para derrotar a ETA. Sí, sí, señor Rajoy, millones de españoles esperábamos una cosa tan sencilla como la siguiente frase: "Señor Zapatero, por favor, haga una declaración pública y solemne de que jamás negociaría con ETA".
Una vez hecha esa petición, sin duda alguna, nadie criticaría al jefe de la oposición por sus silencios o por su pusilanimidad.