Hace unos cuantos meses, en esta misma columna, hablábamos de la posible existencia de un voto geek, de un cierto subsegmento de la población cuyo voto podía, en ocasiones, llegar a decidirse en función de determinados elementos del programa de un candidato relacionados con sus intenciones en el área de internet y la tecnología. En la columna de la pasada semana, Elecciones enredadas, volvíamos a tocar el tema, esta vez al hilo de la campaña de las elecciones presidenciales norteamericanas y la creciente importancia de las actividades de los candidatos en la red, con recursos constantes a comunidades como MySpace o Facebook, filtros sociales como Digg, sitios de fotografía y vídeo como Flickr o YouTube, o actividades en universos virtuales como Second Life. Y el caso es que, en función de lo que las cifras y datos de las encuestas están demostrando, parece que la cosa podría ir por ahí.
Si hay una cosa que no escapa a los atentos ojos de los estrategas de la política es la naturaleza de la red con respecto a los sistemas de medida. La traslación de las actividades de un político a Internet conlleva, de manera prácticamente inmediata, la capacidad de medir en tiempo real, de aplicar métricas que cualquier persona medianamente curtida en Internet podría interpretar fácilmente. Pon a dos políticos en internet y lo primero que harán será, sin ninguna duda, "mirarse las métricas". Cuestiones como las páginas vistas, los usuarios únicos, el tiempo medio de permanencia en la página, o cuestiones más específicas de determinadas redes, como el número de amigos en Facebook o MySpace, el número de visualizaciones de un video en YouTube o el número de veces que los usuarios votan las noticias se convierten de manera inmediata en la internet política en varas de medir, de comparar, de estimar ventajas electorales.
Sin embargo, la pregunta surge de manera casi inmediata: ¿hasta qué punto la población de internautas resulta representativa de la población en su conjunto? Dada la naturaleza de la red, si supusiésemos que Internet representa una muestra no sesgada de la población en su conjunto tendríamos ante nuestros ojos la versión más perfecta de los barómetros y paneles electorales en tiempo real: bastaría con ver los números de los candidatos en la red y su evolución para poder hacer predicciones muy informadas sobre los resultados de los comicios. Y lógicamente, si seguimos la Estadística, gran parte de las posibilidades de que la red constituya una muestra no sesgada de la población en su conjunto la tiene el hecho de que su presencia se halle uniformemente distribuida sobre la misma. En el caso de los Estados Unidos, por tanto, con penetraciones de internet por encima del 75% sobre el total de población adulta, el nivel de representatividad de la muestra podría llegar a ser sumamente interesante.
Hasta aquí la teoría. La observación práctica, en cambio, viene, tozuda ella, a demostrar que no es así. Echemos un vistazo, por ejemplo, a los datos de los candidatos en una plataforma como Facebook: los resultados dejan lugar a muy pocas dudas. El demócrata Barack Obama es un claro líder, con casi un 60% de apoyo. A Obama le sigue Hillary Clinton, pero sumamente distanciada, con menos de un 20%, mientras el tercero, John Edwards, ya desciende por debajo del 10%. En el lado republicano, los resultados favorecen a Ron Paul, que obtiene un 35% del apoyo, seguido de Mitt Romney con un 20%, y otros candidatos, entre los que se encuentra el ex-alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, que obtiene tan sólo un 9%. En Digg, donde los apoyos se expresan en función del número de votos, los resultados resultan relativamente parecidos: tanto Barack Obama en el lado demócrata como Ron Paul en el republicano resultan claros vencedores.
Pero ahora vayamos con el test de la realidad, y comparemos con los resultados de una encuesta realizada sobre la población general, como la de ABC News: en ella, los resultados resultan ser no sólo completamente distintos, sino incluso opuestos: entre los demócratas, Hillary Clinton obtiene un 49% del apoyo, mientras Obama se tiene que conformar con un 26%. En los republicanos, el vencedor resulta ser Giuliani con un tercio del apoyo, mientras Ron Paul, triunfador en la red, desaparece de la escena y obtiene únicamente un pírrico 3%. El mensaje resulta claro y evidente: la red no es una muestra representativa del total de la población.
¿A qué se deben, en un país como Estados Unidos, semejantes diferencias? Muy posiblemente, a la existencia de una brecha entre los usuarios del la red y los de sitios como Facebook o Digg, característicos de la llamada Web 2.0. Pero la segunda pregunta es más interesante todavía: ¿qué lleva a candidatos como Obama o Paul a arrasar en internet? La respuesta, en este caso, es sencilla: sus acciones con respecto a la red. El hecho de tener puntos específicamente dedicados a internet en temas que los usuarios valoran especialmente hace que esos candidatos obtengan apoyos mucho más elevados en Internet que en el global de la población.
El escenario nos lleva a un internet que se conformaría como una de las "minorías" más importantes del país: de la misma manera que los candidatos necesitan trabajarse, por ejemplo, el voto de la comunidad negra o hispana, necesitarán igualmente ofrecer a la comunidad de usuarios de Internet lo que estos buscan para intentar obtener su apoyo, dado que se trata de un colectivo importante repartido por todo el país que puede acabar teniendo una importancia considerable. En cierto sentido, el voto de internet se ha convertido en bisagra, y además, su importancia no puede más que crecer entre ahora y noviembre del año que viene, fecha en que se celebrarán los comicios.
El "voto internet" es una porción de la tarta demasiado sabrosa como para dejarla pasar. Algo me dice que "eso de internet" va a empezar súbitamente a despertar una cierta curiosidad entre los políticos. Por la cuenta que les trae.