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La Autoridad Palestina no puede impedir que los árabes palestinos ataquen a Israel. Hacerlo sería traicionar a la causa.
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El más militante siempre tiene la razón. Extremismo equivale a heroísmo. Este es uno de los motivos por los que Fatah tiene tantas dificultades para competir con Hamás: no puede denunciar a sus rivales por ser demasiado duros e intransigentes.
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Una mayor violencia es buena y llega al grado de victoria si causa bajas o daños a Israel. Aparte de las denuncias rituales para los medios extranjeros, los atentados son motivo de orgullo, lo que implica que impulsan la causa en lugar de sabotearla.
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Ningún Gobierno israelí podrá hacer algo bien. Por tanto, Olmert no es mejor que cualquier otro, aunque se retire de la Franja de Gaza, ofrezca aceptar un estado palestino o esté dispuesto a abandonar Jerusalén este. (El objetivo es la destrucción de Israel, no la paz).
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Puesto que los palestinos son "la víctima perpetua", tienen derecho a hacer lo que quieran y nunca necesitan entregar nada a cambio de las concesiones israelíes.
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Ningún palestino debe ser encarcelado por ataques contra Israel ni un minuto más del tiempo necesario para salvaguardar las relaciones públicas internacionales.
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Fatah no castigará ni expulsará a nadie por lanzar ataques contra Israel.
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Borrar del mapa a Israel es moralmente correcto. Si alguien dice algo distinto, será amenazado o avergonzado, justificando su "lapsus" como una concesión táctica temporal o una manera de engañar al enemigo.
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Mientras se simula ser nacionalista, el movimiento tomará como principal prioridad el "derecho de retorno", la demanda de que todos los refugiados palestinos y sus descendientes –varios millones de personas– deben tener el derecho a vivir en Israel. Es mejor no tener ningún estado que abandonar esta demanda.
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Es más importante ser firme y paciente con un terrible estatus quo que obtener grandes beneficios poniendo fin para siempre al conflicto. Esto obligaría a renunciar a la victoria total.
