No cabe duda: las próximas presidenciales norteamericanas de noviembre de 2008 serán unas elecciones enormemente enredadas. Y no tanto porque los todavía diecisiete candidatos a la presidencia de los Estados Unidos (ocho demócratas, nueve republicanos) estén protagonizando algún tipo de enredo, que también, sino por el creciente papel que la red de redes, internet, está jugando en el desarrollo de las campañas.
Ya en las elecciones anteriores, las del año 2004, el uso de la red se planteó como una poderosísima arma electoral a todos los niveles: Howard Dean, pre-candidato del Partido Demócrata, protagonizó una campaña en la que el grueso de las acciones de comunicación y desarrollo de comunidad se desarrollaban a través de internet. La legión de seguidores de Dean, denominados deanites o deaniacs, catapultaron al pre-candidato al primer lugar en cuanto a recaudación de fondos, una variable fundamental en las campañas norteamericanas, por encima incluso de un John Kerry que finalmente se alzó con la candidatura en las filas de su partido. Los cincuenta millones de dólares obtenidos por Howard Dean, superados únicamente por un George W. Bush sin oponentes reales ni efecto de dilución alguno en las filas del Partido Republicano, provenían en su inmensa mayoría de pequeñas donaciones individuales recibidas a través de Internet.
La donación media estaba justo por debajo de los ochenta dólares, y sobre todo, tenía un coste ínfimo en relación con las actividades de obtención de fondos tradicionales en las campañas, tales como eventos, cenas, marketing telefónico o envíos postales. La imagen del bateador, un jugador sosteniendo un bate que iba avanzando hacia la vertical y cambiando de color a medida que recibía fondos, se convirtió en todo un icono popular en Internet, y estimuló a muchas personas a donar fondos mediante unos simples clics de su ratón. En uno de los momentos candentes de su campaña de obtención de fondos, Dean respondió a una cena organizada por el republicano Dick Cheney a razón de dos mil dólares el cubierto, con una convocatoria a sus seguidores para que cenasen esa misma noche delante de sus ordenadores un simple sandwich de pavo. Fue capaz con eso de conseguir tanto dinero como el candidato a vicepresidente republicano. Y lo mejor del caso, además, es que la idea ni siquiera había sido suya, sino de una persona que la sugirió a través de su página web.
La campaña de Howard Dean elevó a la categoría de mito el concepto de netroots, una palabra compuesta por Internet y grassroots ("raíces de hierba", se usa para referirse a los movimientos de amplio arraigo popular), y estuvo a punto de convertir a su protagonista en un candidato que, según muchos, habría tenido más posibilidades de vencer a George W. Bush que un John Kerry que se quedó a las puertas, o que incluso pudo haber ganado de no haber sido por irregularidades en el cómputo de los votos.
Elecciones del 2004 aparte, hay una cosa de la que no cabe ninguna duda: lo que en aquel año fue una excepción, un candidato recurriendo de manera intensa a la red para hacer campaña, cuatro años después se ha convertido en norma. De cara a las próximas elecciones presidenciales de noviembre de 2008, el despliegue en la red de los principales candidatos es sencillamente espectacular. Varias publicaciones en la red, como The Huffington Post, Yahoo! o Slate, han anunciado debates entre los candidatos. YouTube y CNN organizaron otro entre los candidatos demócratas el pasado julio, en el que las treinta y nueve preguntas fueron seleccionadas de entre los más de tres mil vídeos enviados por los usuarios. La página de Yahoo! Answers se ha convertido en una plataforma para que los candidatos disparen preguntas al público, que van desde el "¿Cómo deberíamos mejorar la Sanidad?" de Hillary Clinton al "¿Cómo podríamos interesar a más ciudadanos en el proceso democrático?" de Barack Obama.
Todos los candidatos tienen páginas abiertas en redes sociales como Facebook o MySpace en las que cuentan con miles de seguidores, suben fotografías a Flickr, producen noticias de campaña a través de feeds RSS al que los interesados pueden suscribirse, o proporcionan noticias cortas acerca de su actividad de campaña mediante herramientas de nanoblogging como Twitter. Los discursos son puestos a disposición de los visitantes en canales de YouTube, algunos mítines tienen lugar en el entorno virtual de Second Life y la plataforma de filtrado colaborativo Digg ofrece una plataforma para que los ciudadanos puedan seguir los intereses de sus candidatos (qué noticias suben y votan, que comentarios escriben...). Vídeos virales con más de cuatro millones de visualizaciones hechos por fans, polémicas en las que un candidato ríe mientras uno de sus seguidores se refiere a otra candidata de su mismo partido como the bitch... todo un enorme universo de visibilidad en la red y de interacción permanente con los ciudadanos.
Sin duda, gran parte de las elecciones norteamericanas se decidirá en una red capaz de llevar a muchos votantes, a través de mecanismos de intercambio mucho más fluidos y naturales, casi virales, a implicarse a niveles muy superiores en las campañas. Si algo va a traer la red a la política son niveles muy superiores de comunicación y de transparencia: un político puede, gracias a la red, transmitir una gama muchísimo más amplia de dimensiones de su persona que las que puede transmitir a través de los medios unidireccionales convencionales y la acartonada fotografía retocada con Photoshop en el cartel callejero.
Algunos candidatos, como el demócrata Barack Obama, habla ya de utilizar internet como forma de hacer transparente su gestión: poner toda la información pública a disposición de aquellos a quienes pertenece, los ciudadanos, o informar de manera permanente de todas sus reuniones con lobbies y grupos de poder. Sin duda, algo parece estar cambiando en la política. Las próximas elecciones norteamericanas serán enredadas. Seguramente hasta el punto de decidirse en la red.