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Antonio Robles

Un justo premio para Edward O. Wilson

A Galileo se le condenó, a Darwin se le denigró y a Wilson se le llegó a considerar fascista por atreverse a diseñar hipótesis que no entraban en las creencias de científicos más atentos a su ideología que a sus probetas.

La deriva nacionalista de Cataluña ha convertido a casi todas sus iniciativas en motivo de críticas mil. Es difícil encontrar algo positivo, pero no imposible: el premio internacional de Cataluña es una prueba. Desde que nació en 1989, y al contrario que la Creu de Sant Jordi, ha legado ciencia, universalidad, progreso y belleza. Ya fue un buen síntoma que fuera Kart R. Popper el primer galardonado. Nunca le agradeceremos bastante que escribiera La sociedad abierta y sus enemigos.

El pasado martes 13 de noviembre de 2007 se otorgó el último Premio Internacional Cataluña a Edward O. Wilson, biólogo, naturalista, entomólogo, investigador, escritor y profesor de las universidades de Harvard, Cambridge y Massachussets. Con su premio se ha optado de nuevo por la libre investigación y la excelencia.

De este biólogo evolucionista hemos heredado el concepto de biodiversidad y otros muchos saberes, pero quiero destacar su dimensión creativa de un nuevo paradigma científico: la sociobiología y el coraje demostrado ante el desprestigio orquestado por científicos marxistas que consideraban reaccionarias sus teorías.

La sociobiología es el estudio sistemático de las bases biológicas de toda conducta social. Sostiene Wilson que los seres humanos, como el resto de animales sociales, no dispondría completamente de voluntad libre sino que deambulan por una correa genética y continua, gobernados por ciertas leyes basadas en la biología y resueltas por las leyes de la evolución. Lo cual nos llevaría a considerar que algunos de nuestros comportamientos pudieran estar determinados. Llevado a su extremo, llegó a escribir: "Científicos y humanistas deberían considerar conjuntamente la posibilidad de que ha llegado el momento de retirar temporalmente la ética de las manos de los filósofos y biologizarla" (Sociobiología, la nueva síntesis, 1975. Pág. 580).

Hay que reconocer que sostener hipótesis como éstas en los años setenta, donde la verdad de la época pasaba por considerar a la naturaleza humana fruto de la cultura frente al determinismo de la biología, tiene su valor. Colosal herejía para época tan determinada por el axioma de la cultura como causa de todos nuestros actos. Los recelos tradicionales a dar a la genética algún protagonismo en la determinación de nuestros comportamientos llevaron a considerarle una herramienta de la clase dirigente reaccionaria. Hasta tal punto debió aguantar las envestidas de la ciencia de izquierdas del último tercio del siglo XX que se llegó a escribir: "En última instancia fueron las teorías sociobiológicas (...) las que proporcionaron el marco conceptual por el que la teoría de la eugenesia se transformó en la práctica genocida" de la Alemania nazi (Chorover, citado por Steven Pinker en La Tabla Rasa, Pág. 173).

Wilson es ese tipo de científico que no se deja atrapar por la verdad de época y se atreve a pensar sin apriorismos. A Galileo se le condenó, a Darwin se le denigró y a Wilson se le llegó a considerar fascista por atreverse a diseñar hipótesis que no entraban en las creencias de científicos más atentos a su ideología que a sus probetas.

Pero con el paso del tiempo y el avance vertiginoso de la ciencia, su teoría se ha abierto paso. El escenario de esa lucha ha puesto en evidencia la impostura de anteponer la propia ideología a las evidencias empíricas. Hoy sabemos, por ejemplo, que la esquizofrenia, la homosexualidad o el suicidio tienen bases biológicas y no solo culturales y que cambiar muñecas por camiones de juguete no produce cambio apreciable en las inclinaciones de niños y niñas.

Hoy Edward Osborne Wilson es uno de los mayores científicos vivos, creador de conceptos tan corrientes hoy día como la biodiversidad (diversidad biológica), la biofilia (placer que sentimos al contacto con la naturaleza salvaje) o consilience (la consideración de que el mundo, en toda su diversidad y complejidad, es explicable a partir de unos principios generales que se aplican tanto a las ciencias como a las humanidades).

Su incansable lucha contra la destrucción del medio natural, le ha llevado a alertar a la humanidad de que hoy, por vez primera, una especie, el hombre, está en condiciones de acabar con lo que millones de años de evolución había originado y conservado: la biodiversidad de la Tierra.

Estos premios internacionales de Cataluña son, como la flor de loto, una excepción maravillosa en medio del lodo identitario. Felicidades al sabio Edward O.Wilson y a sus hormigas.

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