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La eficacia del Rey

Dos agresiones exteriores, la del rey moro Mohamed VI y la del sátrapa venezolano Chávez, han devuelto a Don Juan Carlos no sólo el prestigio que en algún momento se ha podido discutir, sino la gran razón que justifica la Monarquía: la eficacia.

La debilidad del Gobierno español de Zapatero y su complicidad con los regímenes más impresentables de Iberoamérica han obligado al jefe del Estado a actuar para defender la dignidad de nuestro país ante unos prebostes bananeros que hacen de sus ataques contra todo lo español el sostén de su gobernación autocrática. Chávez y el sandinista Ortega son paradigmas de una concepción política supuestamente izquierdista que busca en España el enemigo colonialista que disfraza sus enormes excesos dictatoriales.

Aún ha habido quien ha depositado en la tenue respuesta de Zapatero la justa réplica a los berridos de Chávez y a las imprecaciones contra las empresas españolas de su colega Ortega. Pero nada ha sido así: Zapatero, incluso, pretendió suavizar la protesta cabal del Rey, y su ministro Moratinos decoloró la trascendencia del incidente. Ninguno de ellos hubiera deseado la desmandada de sus cómplices exteriores.

En realidad fue el propio jefe de la diplomacia española quien proporcionó la munición al dictadorzuelo venezolano cuando acusó a José María Aznar de respaldar en 2002 el golpe de Estado contra Chávez. Moratinos realizó la acusación en TVE en plena visita del autócrata a la España de Z. "Qué triste era aquella España que estaba tan subordinada a los mandatos de Washington, pero qué bueno ver ahora a una España feliz, libre e independiente, con ideas nuevas" dijo entonces el déspota. ¿Acaso se han olvidado Z y Moratinos de lo orondos que estaban con su nuevo mejor amigo del panorama internacional?

El presidente del Gobierno español no sólo no desautorizó a su infame ministro sino que se remitió a una posterior comparecencia parlamentaria de Moratinos, en la que como era de esperar, sus calumnias quedaron patentes. Hoy, tres años más tarde, tras la bochornosa cumbre, Chávez apunta más alto e insinúa que don Juan Carlos podía conocer el golpe. Aquellos polvos, evidentemente, traen estos lodos.

En poco más de siete días, el Rey se ha hecho imprescindible. No sucedía desde hace muchos años. Dos agresiones exteriores, la del rey moro Mohamed VI y la del sátrapa venezolano Chávez, han devuelto a Don Juan Carlos no sólo el prestigio que en algún momento se ha podido discutir, sino la gran razón que justifica la Monarquía: la eficacia.

Ha sido el Rey quien nos ha salvado del deshonor internacional que, durante cuatro años, ha construido conscientemente Zapatero. Su apuesta por personajes reprobables como Chávez o Morales en Iberoamérica, y el destrozo que ha intentado de su antecesor José María Aznar han traído como consecuencia la insólita agresión que hemos sufrido en Chile todos los españoles. Esta vez el Rey nos ha salvado, pero ¿cuántas más veces podrá hacerlo? Porque de seguir Zapatero se convertiría en costumbre.

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