En esa especie de "laboratorio en cámara acelerada" sobre las tendencias de las dinámicas empresariales y competitivas en que se ha convertido la web, hay un fenómeno que lleva algún tiempo destacando con luz propia: el uso de plataformas como elemento de desarrollo de ventajas competitivas. Si ha leído hasta aquí y ha descartado ya el que se trate de un artículo sobre moda y tendencias en el vestir, pasaremos a explicar que una plataforma es, en tecnología, un desarrollo orientado a que se pueda construir sobre él, algo que en muchos casos puede hacer la propia empresa que propuso la plataforma o, en muchas más ocasiones, otras de su entorno. En cierto sentido, es una forma de coopetición o incluso de alianza: unamos esfuerzos de varias empresas para proponer algo en común, en base a un trabajo previo individual de una compañía o de varias en conjunto.
El caso de Facebook, por ejemplo, es a la vez reciente y relevante: si bien la empresa llevaba en funcionamiento desde febrero de 2004, no ha sido hasta que decidió optar por una estrategia de plataforma, el 24 de Mayo de 2007, cuando su popularidad se disparó radicalmente. En el caso de Facebook, la estrategia de plataforma consistía en ofrecer una API (Application Programming Interface) que cualquier programador pudiese utilizar para desarrollar aplicaciones dentro de la red social, aplicaciones que pasaban a estar automáticamente disponibles para todos sus usuarios. Un poco como si en una fiesta en tu casa decidieses abrirla para que cualquiera pudiese poner copas en ella, en lugar de ser tú el único proveedor y dueño del bar. La estrategia, en el caso de Facebook, funcionó impresionantemente bien: en poquísimo tiempo logró convertirse en la niña bonita de las redes sociales, con más de cincuenta millones de usuarios activos, un crecimiento del 3% semanal, y un tamaño total que se ha multiplicado por cuatro en los últimos doce meses. De la noche a la mañana, todo el mundo quería crear aplicaciones para Facebook que iban desde enviar a tus amigos una copa virtual, a un beso o un mordisco que les convertía en vampiros, pasando por algún que otro ejemplo algo más edificante (pero pocos). Era, como definió Stu Phillips en su entrada "Facebook: fruit flies for applications", como disponer de un laboratorio con las conocidas Drosophilas utilizadas en Genética para poder experimentar: millones de usuarios, procesos virales de difusión vertiginosos... un verdadero banco de pruebas con el que infinidad de programadores decidieron experimentar, a pesar de que para ello tenían que aprender un lenguaje específico (FBML, o Facebook Markup Languaje, en lugar del estándar HTML).
La jugada con la que Google, preocupada tanto por el súbito incremento de popularidad de Facebook como por su cercanía a Microsoft, ha respondido a Mark Zuckerberg es, de nuevo, otro uso, en este caso magistral, de la estrategia de plataforma: crear una base común uniendo a una mayoría de competidores de la industria alrededor de un conjunto de estándares denominado Open Social. Un nombre aburrido correspondiente a haber tenido que pactarlo entre muchos (el nombre interno que se le daba dentro de Google era mucho más divertido), pero que permite de repente a Google aparecer como la principal promotora de ventajas que prácticamente anulan a las que hicieron famosa a Facebook: todas las empresas integradas en Open Social acceden a abrir sus redes para que otros puedan desarrollar aplicaciones sobre ellas, aplicaciones que podrían funcionar en todas las redes, y escribirse en un lenguaje más estándar que el de Facebook. La idea es conseguir una plataforma capaz de resultar más atractiva a los programadores que la que Facebook ofrece, para intentar generar así un ecosistema más vibrante e hiperactivo que el que Facebook consiguió crear.
En otro ámbito, el de la telefonía móvil, Google acaba de presentar Android, de nuevo una visión de plataforma que incluye a fabricantes de terminales y que sin duda define muchas de las utilidades que llevaremos en el bolsillo dentro de poco: otra jugada del tipo "generemos una marea que haga subir todos los barcos, porque en la posición en la que estoy, me interesa mucho". O, saliendo de Google, lo que planteó en su momento Linden Lab con Second Life: el nivel de crecimiento que deseamos que tenga esto es incompatible con el hecho de que pertenezca a una sola empresa, razón por la cual nos decidimos a liberar el código de cliente y servidor para que otros puedan utilizarlo o contribuir a mejorarlo. Una jugada sin duda arriesgada, pero impresionante en sí misma por su potencial, y que nos lleva al concepto de cabeza de ratón frente a cola de león: ¿que es mejor? ¿Ser la única empresa que explota un producto con desarrollo limitado, o ser una de las que disfrutan de ese mismo producto con unas posibilidades de crecimiento ilimitadas? O, en otro caso genial, lo que Salesforce.com hizo en su momento con su AppeXchange: ahora que soy la mejor empresa ofreciendo aplicaciones on demand, algo que tiene un crecimiento que me convierte en la auténtica joya del NASDAQ, voy a ofrecer a terceros mi plataforma para que a su vez puedan ofrecer sus aplicaciones en ella con un modelo de reparto de ingresos, y así podré crecer todavía mucho más.
La mecánica y funcionamiento de una web en la que todo está a un clic de distancia hacen cada vez más popular el desarrollo de estrategias de plataforma. Sin duda, es un revisionismo de los libros de estrategia empresarial que muchos directivos tendrán que plantearse y estudiar, porque los rendimientos potenciales que tiene son, en ocasiones, desmesurados, hasta el punto de plantear cambios dimensionales en las empresas que lo aplican. La cosa parece clara: se llevan las plataformas.