La única manera de que nos podamos creer que Zapatero realmente ha asumido la responsabilidad de las chapuzas en las obras del AVE sería que cesara a la ministra de Fomento, la indescriptible –si no es con exabruptos– Lady Aviaco, y abandonara las fechas previstas para cortar la cinta de los tres tramos que planea inaugurar en diciembre. Porque al margen de los muchos errores que haya podido cometer Magdalena Álvarez, no cabe duda de que buena parte de los problemas han sido debidos al empeño del presidente del Gobierno en hacerse la foto.
Que obras de infraestructuras como el AVE son lentas, costosas y complicadas de ejecutar era algo que ya sabían todos los españoles, por lo que la mayor parte de la comparecencia de Zapatero en el Congreso ha sido inútil e innecesaria, como por otra parte nos tiene acostumbrados. Pero que en esta ocasión haya sido capaz de no hablar de su ministra cuando todos los grupos políticos menos el suyo han pedido su dimisión demuestra a las claras hasta qué extremo puede llegar para evitar tomar las responsabilidades que ha afirmado asumir.
Se suele decir que en este país no dimite nunca nadie y es cierto, porque hacerlo significa reconocer un error grave, y al adversario no se le concede ni siquiera eso. Y no cabe duda de que a Zapatero lo único que le importa es su imagen y los votos que ésta le permita conservar. Pero a estas alturas, la permanencia de Lady Aviaco en el gabinete a quien más daño puede hacer es al propio presidente. Si no fuera porque los ciudadanos de Barcelona y alrededores tendrían que seguir sufriendo las consecuencias de su incompetencia, casi dan ganas de desearle una larga vida en el Ministerio de Fomento. Cada día que pasa allí son votos perdidos por el PSOE.
