Desde que la nombraron corresponsal de la Cadena Cope en Londres, todo un acierto, siempre que hablo con mi compañera Begoña Pérez la pregunto por el nuevo primer ministro del Reino Unido. "¿Qué tal está hoy nuestro común amigo Gordon Brown? ¿Cómo marchan las cosas por el número 10 de Downing Street?" Begoña, que es un verdadero encanto, me sigue el rollo y me cuenta cómo le va a mister Brown, que da la impresión de que no es demasiado bien, para qué nos vamos a engañar. Hoy, al contactar con ella en La Palestra para que me contara qué decían los tabloides acerca del fiasco de McLaren, Ron Dennis y Lewis Hamilton, he vuelto a hacerle la misma pregunta: "¿Cómo está hoy Gordon Brown?", y ella me ha respondido: "tampoco te creas que está demasiado mal, te recuerdo que él es escocés".
Un deporte que sí dominan a la perfección los ingleses es la crítica hiriente tras una derrota sangrante, lo que allí se conoce popularmente como la self deprecation; ahí sí que son unos auténticos números uno y no tienen rival. La derrota de la selección de rugby era previsible, y más tratándose de Suráfrica, pero la de Fórmula Uno del domingo, con todo a favor, no lo era en absoluto, de ahí precisamente que a McLaren le vayan a llover palos hasta el cuarenta de mayo. Y puede, sólo puede, que de la estruendosa derrota de Hamilton se haya alegrado incluso el primer ministro, aunque para él no sea del todo correcto decirlo en público si lo que está persiguiendo es ganar las próximas elecciones generales.
Damon Hill asegura que Hamilton será campeón del mundo muy pronto, y yo coincido con esa opinión del señor Hill. Pero, como decía ayer, McLaren y Mercedes están también obligados a extraer alguna conclusión acerca de lo que sucedió en Sao Paulo. Dicen que, en el mundillo del fútbol, la cuerda suele romperse por el lado más débil, y ése suele ser siempre el del entrenador. Dennis entrenaba al dream team y ha perdido la Liga en el último partido por alineación indebida. Si yo fuera ese "macho mediterráneo" que tan arteramente describe la prensa amarilla inglesa, simplemente me limitaría a esperar sentado al volante de mi monoplaza. El disgusto de Interlagos resultaría insignificante al lado del que se llevaría el jefe deportivo de McLaren si Fernando Alonso decidiera cumplir íntegramente su millonario contrato. Tampoco me gustaría encontrarme en el pellejo del psiquiatra de los Hamilton: ese sí que será un profesional que se gane su sueldo, y no el tal Ron Dennis.
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