Por si fuera poco el disparate de equiparar a todas las religiones monoteístas como "portadoras de guerra" –tal y como hacía una reciente exposición en Madrid respaldada por el Ministerio de Asuntos Exteriores–, el ministro Moratinos lo ha superado este martes en Córdoba al denigrar como "racista" e "islamófoba" cualquier crítica dirigida al islam.
Una cosa es que Moratinos ignore o trate de ocultar el liderazgo del cristianismo y la contribución de otras religiones a esos valores y derechos humanos cuya validez es necesariamente universal. Y otra todavía peor que, en el colmo de disparate, censure como "racista" cualquier critica a una religión que, como el islam, insiste en cercenar y violar esos derechos a diario.
Si existe tras el comunismo una amenaza global para la libertad, en general, y la libertad religiosa, en particular, esa es precisamente la que representa la ortodoxia islamista. Si hay una religión que no separa la esfera civil de la religiosa, que no distingue el delito del pecado, esa es el islam; si hay una religión que establece y sacraliza desigualdades entre hombres y mujeres, esa es el islam; si hay una religión que justifica la violencia en contra del apóstata o del hereje, esa es el islam; si hay una religión que sacrifica la dignidad y la libertad del individuo en pro de la pureza y de la homogeneidad del grupo, esa es el islam.
Claro que de una persona como Moratinos no nos debe sorprender nada, incluido su respaldo a una exposición en la que se equipara a la Madre Teresa de Calcuta y a Jomeini.