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Ignacio Villa

Y Zapatero se refugia en el silencio

Podría aprovechar esta operación para mostrarse como un hombre firme ante su electorado, pero prefiere no realizar ninguna manifestación pública que pueda cerrarle la puerta de la rendición en un tiempo más o menos cercano.

Tres días después de las detenciones masivas de la cúpula de Batasuna, seguimos sin saber cuál es la opinión del presidente del Gobierno sobre una operación policial que, siendo una novedad absoluta en la legislatura de la rendición, debería de haber recibido algún tipo de valoración por parte del Ejecutivo. ¿Sorpresa? No. Simplemente es una confirmación de que las cosas no han cambiado en el Palacio de la Moncloa.

Uno de los puntos clave en la estrategia política de Zapatero durante esta legislatura ha sido eludir cualquier respaldo a la lucha contra el terrorismo. Este presidente del Gobierno nunca se ha alegrado públicamente por una operación antiterrorista o por un éxito de los demócratas frente a los etarras. No se recuerda ninguna celebración de Rodríguez Zapatero a propósito de la lucha contra ETA. Su actitud es tan repetitiva como cansina y cobarde. Le gusta la rendición ante el terrorismo, negarse a defender la libertad de los españoles, abrir la puerta a aquellos que intentan destruir la democracia, utilizar un falso diálogo como excusa para la renuncia y atacar al Partido Popular como contrapeso al trato con guante de seda a los terroristas; siempre muestra la misma imagen de dulzura con los terroristas y de descalificación con los demócratas.

Es sólo en este contexto, el del proceso de rendición ante los terroristas etarras, en el que se pueden comprender los motivos que llevan al Gobierno, con su presidente al frente, a guardar silencio. Una operación como la desarrollada contra la cúpula de Batasuna es un cambio radical en la dirección en la que Rodríguez Zapatero ha conducido la lucha contra el terrorismo. Podría aprovecharla para mostrarse como un hombre firme ante su electorado, pero prefiere no realizar ninguna manifestación pública que pueda cerrarle la puerta de la rendición en un tiempo más o menos cercano. Ese proceso fracasado no ha terminado para Zapatero y por eso se niega a entrar en la dinámica de la sensatez y del sentido común en la lucha contra el terrorismo.

¿Alguien puede entender cómo es posible que después de la detención de toda la cúpula de Batasuna el presidente del Gobierno no haya dicho esta boca es mía? ¿Cómo se puede justificar que el ministro del Interior se haya quitado del medio? ¿Ha actuado por su cuenta y riesgo el juez Garzón, en una de esas operaciones espectáculo que tanto le han gustado siempre? La única conclusión posible es que la aplicación de la ley, después de tanto retraso acumulado, ha pillado con el pie cambiado al Gobierno, algo que jamás hubiera ocurrido si estuviera donde tiene que estar, defendiendo a los ciudadanos españoles frente al terrorismo etarra.

Estamos donde siempre; ante un presidente del Gobierno que tiene muchas caras, que hace de la mentira su manera de hacer política, que emplea el engaño para calmar las inquietudes de los ciudadanos y que juega a una dialéctica facilona y simplista. Zapatero se tendría que retratar en la lucha contra ETA, pero este es un objetivo, por lo que parece, inalcanzable; nunca dice lo que piensa. Y eso, en cuestiones clave como la lucha contra el terrorismo, es de una gravedad extrema. El silencio de Zapatero es delator.

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