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José Carlos Rodríguez

La vía birmana al socialismo

Socialismo y aislacionismo; Birmania es el sueño de los movimientos antiglobalización hecho realidad.

Una parte del pueblo de Birmania se ha vuelto a alzar contra "la vía birmana al socialismo", un camino que ha llevado a la variedad local por los mismos mojones que los otros: una vanguardia revolucionaria se hace con el poder absoluto para ejercer el colectivismo (esto es, la represión, las torturas, las violaciones masivas, el robo...) sobre la población. El socialismo es el uniforme de gala del crimen, con todas las armas cargadas y el pecho plagado de medallas puestas por organismos públicos y privados de todo tipo.

El socialismo birmano quizá tenga menos insignias que el cubano u otros porque queda muy lejos y porque decidió aislarse por completo del exterior hace 45 años. No hay turismo, no se quiere a los extranjeros y el comercio con el exterior, controlado por el régimen, es mínimo. Un cerrojo a cualquier influencia extranjera, ya sea por el turismo, ya por el comercio o la entrada de extranjeros. Socialismo y aislacionismo; Birmania es el sueño de los movimientos antiglobalización hecho realidad.

La 2, que hizo toda una serie de documentales en contra de la globalización, debería coronar ese esfuerzo con un buen reportaje de agencia de viajes sobre las maravillas de Birmania. Algunos nos acordamos del que sacó hace años sobre la Albania de antes del derrumbe soviético.

La declaración de 1962, que anuncia el programa político y económico que inició el consejo revolucionario, dice en su punto número 12:

En una sociedad socialista el igualitarismo es imposible. Los hombres no son iguales ni física ni intelectualmente ni en la cantidad o la calidad de los servicios que prestan a la sociedad, y por tanto algunas diferencias siempre existirán.

Esta llamada al sentido común, en un texto tan delirante, no va tan lejos como para explicar que las diferencias que podamos ver en las sociedades libres siempre se amplían bajo el socialismo. Allí la demarcación es clara y brutal: unos mandan, otros obedecen. Por eso se producen situaciones como la que describe la crónica de Libertad Digital:

La última extravagancia de la Junta Militar que encabeza el general Than Shwe ha sido la construcción de Nay Pyi Taw ("sede de reyes"), a unos cuatrocientos kilómetros de Rangún. No todos los birmanos la pueden visitar y está prohibida para los extranjeros, sobre todo periodistas. Los ciudadanos atribuyen los constantes cortes de energía eléctrica que sufren desde hace años al despilfarro que los generales hacen en la nueva metrópoli.

Ya podía ser la sede permanente del Foro Social Mundial.

No sabemos hasta dónde llegará la revolución azafrán. Les mueven el hambre y la fuerza moral que otorga la fe religiosa. Pero es una revuelta democrática y liberal en que se está renovando la lucha sin fin por nuestra libertad.

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