Para los batasunos, la "violencia" –como califican en un eufemismo indignante los asesinatos de la ETA– es una consecuencia del "conflicto vasco" y sólo resolviendo éste la banda terrorista dejará de actuar. Para la ministra Salgado, las amenazas de los independentistas catalanes a Alberto Fernández Díaz son "una expresión de la normalidad que todos tenemos que asumir" y responden al uso "de símbolos con fines partidistas" por parte del PP, que debería "aprender convivencia" en lugar de protestar por recibir amenazas de muerte. En definitiva, tanto unos como la otra evitan condenar la violencia y la justifican en nombre de las supuestas culpas de las víctimas.
Para el PSOE y los partidos nacionalistas, el PP es un problema que hay que solucionar, no un partido político legítimo que representa opciones respetables aunque distintas a las suyas. De ahí la creación y mantenimiento entusiasta del "cordón sanitario"; la consideración de que los rivales políticos son unos apestados a los que hay que mantener fuera de las instituciones. No hay mejor prueba de la diferencia entre unos y otros que lo ocurrido con la petición para que compareciera Zapatero para explicar que no cese a su ministra de Fomento; el PP no tuvo reparos en apoyar la moción de ERC minutos después de que este partido se negara a hacer lo propio con una equivalente de los populares.
No es precisamente el PP, por tanto, quien ha de aprender nada. Bastantes veces, de hecho, se ha excedido en su intento de acercarse a las tesis de los demás partidos, como si fueran mejores o tuvieran más legitimidad moral que las de la formación liberal-conservadora. Son los socialistas quienes deben explicar por qué no pacta con el PP los cargos del CGPJ y se presenta en rueda de prensa con fuerzas políticas que proponen para la institución a personas que, como López Tena, desean destruirla. Son los socialistas quienes deben explicar su alianza con unos nacionalistas que no sólo amenazan de muerte a Alberto Fernández Díaz, sino que queman la efigie del Rey cuando éste visita tierras catalanas.
Habrá que esperar a ver si Conde Pumpido recibe la llamada de Zapatero –que es lo que mueve a actuar al independiente Fiscal General del PSOE, tal y como reconoció José Bono hace pocos días– y actúa contra los manifestantes que en Gerona quemaron un retrato de los Reyes. Al fin y al cabo, esto parece bastante más grave que publicar una viñeta con los príncipes en una postura sexual, y ni siquiera pueden acogerse los maulets al animus iocandi. Eso sí, en ese caso, tendría que explicar por qué se mueve cuando es el Rey el afectado y no alza una pestaña ni ante el acoso proetarra a Regina Otaola ni ante las amenazas de muerte recibidas por Alberto Fernández Díaz. Habría que concluir que, como la ministra Salgado, estima justificadas ambas acciones. Que piensa que la mera existencia del PP es razón más que suficiente para que se les amenace y coaccione.
El sectarismo y el radicalismo que muestran a estas alturas de legislatura el PSOE y los nacionalistas no se cura cambiando unas banderas de sitio para que aparezca la de España detrás de la vicepresidenta en las tomas televisivas de las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros. Son los hechos, y no los símbolos o las palabras, lo que nos revela la verdad. Y lo cierto es que la ministra Salgado, un día después de haber justificado que a un político rival se le amenace de muerte, sigue en su puesto. Lo que significa que Zapatero está de acuerdo con ella, y su famoso "talante" incluye el apoyo a acciones de este tipo.