El funcionamiento de las llamadas redes sociales en Internet es extremadamente interesante. Normalmente, utilizamos el término “red social” para referirnos a aplicaciones que lo son de manera estricta, por definición: sitios como LinkedIn, Xing, MySpace, Orkut o Match.com, basados de una manera u otra en la representación de relaciones entre sus miembros, con el fin de posibilitar el uso de este mapa para fines diversos, que van desde el llamado networking profesional hasta el mero interés social o la búsqueda de pareja, pero el concepto, en realidad, abarca muchísimo más. De hecho, las funciones de tipo red social aparecen últimamente incorporadas a prácticamente todo lo que se desarrolla en la web, añadiendo en muchos casos funciones sumamente interesantes: en algunos casos, como por ejemplo Flickr, la utilidad de almacenar y clasificar fotos en una página web cobra su verdadero sentido cuando, además, podemos desarrollar una red de personas con diferentes niveles, como “familia”, “amigos” o “contactos”, sobre la que poder indicar, por ejemplo, quién tendrá acceso a cada una de las fotos que subamos al sitio.
Muchísimas iniciativas recientes incorporan prestaciones de red social, algo que, además, puede verse claramente en sus mecanismos de difusión, en la forma en la que se desarrollan y popularizan. Twitter, por ejemplo, del que ya hemos hablado en otras ocasiones, llevaba en funcionamiento más de medio año –desde el verano de 2006– cuando finalmente explotó en popularidad en Marzo del año siguiente, a raíz de una conferencia tecnológica en la que participaron varios bloggers con gran poder de difusión viral que empezaron a utilizar y mencionar el servicio. En Dopplr, por ejemplo, una página en la que introducir tus viajes para que otros sepan por donde andas o para que puedas ver con quién coincidirás en una ciudad determinada, me di de alta por invitación de un amigo en Abril, pero no ha sido hasta esta misma semana cuando, posiblemente en relación con las noticias generadas por el cierre de una ronda de financiación, ha empezado a experimentar un crecimiento pronunciado en su número de usuarios.
Con la popularización de una red social determinada, comienza otro fenómeno directamente asociado: el llamado “bacn” (pronunciese “beicon”, como la panceta ahumada): una súbita profusión de mensajes de correo electrónico avisando al usuario de todas las personas que han decidido pedirle una conexión, o reciprocar la suya, o cualquier otro evento asociado al funcionamiento de la red social. Al contrario que el spam, del que obtiene su nombre (el spam es originalmente un tipo de carne en lata elaborada por Hormel Foods Corp.) el bacn no es de carácter no solicitado, responde a una petición que proviene originalmente del propio usuario, pero puede llegar a ser casi tan molesto como éste.
El comportamiento de los usuarios en una red social es otro fenómeno que resulta interesantísimo: obviamente, depende del contenido o propósito de la red social, pero también del propio usuario, con factores que van desde lo puramente personal hasta factores sociales y culturales. En principio, lo lógico debería ser incluir en tu red social a aquellas personas de las cuales puedes responder en el contexto de las relaciones que motiva el ámbito de dicha red social: en una red como LinkedIn, orientada al networking y las relaciones profesionales, lo lógico debería ser aceptar como contactos sólo a aquellas personas a las que puedes recomendar profesionalmente, porque de alguna manera –como jefe, subordinado, proveedor, cliente, etc.– te has relacionado con ellas. En Orkut o en Twitter, por ejemplo, orientadas a la relación social de un modo amplio, lo normal debería ser poner en tu red a aquellas personas que conoces o con las que te une algún tipo de relación, sea personal o porque lees lo que escriben todos los días: de no ser así, la perspectiva de ser testigo permanente de lo que un desconocido hace todos los días parece cualquier cosa menos interesante. Sin embargo, en los entornos culturales más latinos puede percibirse una cierta prevención a la negativa: rechazar una conexión es percibido como un gesto inconveniente, brusco, estirado o maleducado, lo que lleva a que muchos participantes en una red social se conviertan en auténticos “coleccionistas de huesos”, personas que atesoran relaciones de las que no recuerdan nada ni están en situación de responder en el contexto de la red. En ocasiones, el coleccionismo de huesos se estimula desde la propia red, como ocurrió con el fenómeno Orkut en Brasil, donde tener muchos contactos en la red era casi una señal de prestigio, o en el caso de Twitter con Twitterholic, que elabora un ranking de los usuarios con más seguidores.
¿Tienen sentido este tipo de usos en una red social? En una red de cualquier tipo, si el número de conexiones de un nodo llega a ser muy elevado, esto acarrea problemas de escalabilidad: es imposible atender a todas esas conexiones de una manera satisfactoria sin convertirlo en un trabajo en sí mismo, en casi una ocupación a tiempo completo, algo que en muchos casos conlleva, por saturación, una pérdida del propósito original de la red. ¿Es mejor tener miles de contactos, o centrarse en relaciones de calidad? Las redes sociales, sin duda, juegan un papel muy importante en el Internet de hoy, y seguramente tendrán un protagonismo aún mayor en el futuro. La herramienta ya la tenemos. Ahora sólo nos queda aprender a usarla con propiedad.