Lo que está pasando en Galicia desde que gobierna el bipartito PSOE-BNG era tan previsible que sorprende que a alguien le llame la atención. Anxo Quintana, arquetipo de estadista de aldea, cargado de resentimiento y ansioso por tomarse no se sabe bien que revancha consigo mismo, hace las cosas como las haría cualquier otro nacionalista. Y más ahora, en estos tiempos en los que los nacionalismos catalán y vasco viven crecidos, apurando sus días al máximo, como si les fuese la vida en ello.
De Quintana sabíamos, por ejemplo, que Madrid tiene una deuda histórica con Galicia de 21.000 millones de euros. Ni uno más ni uno menos. Sabíamos también que Galicia no iba “a salirle barata al Gobierno”, como si esa comunidad autónoma fuese una colonia. Lo que no sabíamos de primeras, -pero intuíamos de segundas- es que Quintana es un ingeniero social en toda regla. No contento con implantar una normalización a la catalana en Galicia se ha sacado del magín dos ideas. Una conteniendo a la otra.
Desde este mismo curso escolar se estrenan en Galicia unas guarderías muy especiales, las Galescolas, dedicadas al adoctrinamiento de los gallegos y residentes en Galicia desde su infancia más temprana. A Quintana no le preocupa que los niños aprendan a contar sino que se aprendan, de memoria, el himno gallego. Semejante estupidez totalitaria ha merecido la reprimenda del PP gallego y poco más. De Touriño, responsable en última instancia de que un personaje como Quintana sea vicepresidente de la Xunta, no se ha sabido nada. Y es que, para drama de una región que votó mayoritariamente a otro partido, de aquellos Touriños vienen estos Quintanas.
EDITORIAL
De aquellos Touriños vienen estos Quintanas
De Touriño, responsable en última instancia de que un personaje como Quintana sea vicepresidente de la Xunta, no se ha sabido nada
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