La democracia liberal, la que rige en los países serios, no es un sistema que se limite a la regla de la mayoría. El adjetivo "liberal" se refiere a que existen unos derechos que ningún Gobierno elegido puede violar, por más refrendo que obtenga de las urnas. En la mayor parte de los países, como el nuestro, estos derechos se encuentran enumerados en sus constituciones, que contienen salvaguardas para impedir que el Poder atropelle a los individuos. Así pues, el mero hecho de apelar a las urnas no tiene nada de democrático si al tiempo no se tienen en cuenta los derechos de todos los ciudadanos. Entre ellos, y quizá el más fundamental en lo que al proceso electoral se refiere, está el derecho a poder emitir un voto sin coacción de ninguna clase sobre su elección.
Por eso hay pocas cosas que demuestren tan a las claras el nulo respeto del nacionalismo a la democracia como el anuncio de Ibarretxe de convocar un referéndum sobre su plan secesionista durante esta legislatura. No ya porque sea inconstitucional, que lo es, sino sobre todo porque se aprovecha de la existencia de ETA para hacer avanzar las reivindicaciones que los terroristas nacionalistas vascos también apoyan. Y es que en el País Vasco no pueden existir ni elecciones libres ni, mucho menos, un referéndum sobre su independencia cuando buena parte de su población está amenazada de muerte por expresar la opinión contraria a la del jefe del Gobierno vasco.
Cuando Ibarretxe afirma que "la sociedad ha de decidir al margen de que exista o no ETA" está obviando, de forma completamente consciente, que una parte considerable de esa sociedad no puede decidir en libertad. Justamente la parte que opina lo contrario que él, y que ETA. El llamado nacionalismo "democrático" vuelve así a pervertir el concepto mismo de democracia liberal, transformándola en regla de la mayoría, que sin las adecuadas cortapisas no tarda en convertirse en un sistema abusivo en que los más imponen su voluntad a los menos hasta en los más íntimos detalles de sus vidas.
No es algo accidental o pasajero. Arzallus inmortalizó esa estrategia cuando aseguró a los etarras que debían dividirse el trabajo; que el terror mueva el árbol, que el nacionalismo "democrático" ya se encargará de recoger las nueces que caigan. La existencia de ETA ha sido considerada por el PNV como un hecho beneficioso para la "construcción nacional", pues ésta tiene más importancia que los mil muertos que le sirven de cimientos. El desprecio de Ibarretxe por la libertad, amenazada por ETA, de quienes se oponen a su proyecto independentista para el País Vasco es sólo una prueba más.