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José García Domínguez

El carné

Desengáñense, un partido, cualquier partido, no es más que el híbrido perfecto entre una ETT y la pista central de un canódromo.

Desengáñense, no seguirá sus pasos nadie. Y "nadie" significa nadie. No escribo a humo de pajas. Sé muy bien lo que digo. Conozco perfectamente lo que ocurre cuando algún enajenado decide marcharse de la Secta. Lo sé porque yo mismo lo hice en su día. Sí, en su día. Casualidades de la vida: justo un 30 de agosto de hace veinte años me dio por tirar el carné del PSC en un contenedor de basura del Paseo de San Juan de Barcelona.

¿Tienen curiosidad por saber lo que ocurre después? Pues se lo contaré: no pasa nada. Y "nada" también significa nada. De repente, el teléfono no vuelve a sonar. Los amigos del alma de tantas noches de vino y rosas, súbitamente, extravían la agenda en la que tenían apuntado el número. Aquellas voces cotidianas, familiares, nunca más vuelven a emerger al otro lado del hilo. Y "nunca más" también significa nunca más. Es así como uno comienza a descubrir el significado de ese sagrado principio constitucional que se conoce por "libertad de movimientos". Porque, a partir de ese mismo instante, se abren las grandes alamedas y ya no se otean más que espacios llenos de nada alrededor.

La gente se aparta con suma prudencia, respetando escrupulosamente las distancias de seguridad con tu sombra cuando teme tropezarse con ella por la calle. Ni siquiera es necesaria ninguna de esas costosísimas campañas que organiza la Dirección General de Tráfico. Pues, de forma espontánea, se obra el milagro y todo tu mundo, que para ti es todo el mundo, comienza a obedecer con celo exquisito las normas que ordena el Código de la Circulación. Entonces es cuando se empieza a sentir por primera vez el frío. Porque en las largas rutas solitarias siempre hace frío. Mucho frío. Un frío que, poco a poco, te va calando los huesos hasta el tuétano de la hipoteca. Un frío gélido que, como en el poema de Gil de Biedma, enseña a comprender de golpe que la vida iba en serio.

Desengáñense, un partido, cualquier partido, no es más que el híbrido perfecto entre una ETT y la pista central de un canódromo. Ahora mismo, mientras leo el cándido titular de Libertad Digital –"Rosa Díez agrava la mayor crisis del PSOE desde Suresnes"–, recuerdo a G. casi con ternura. G. fue el único que se arriesgó a dirigirme la palabra cuando me los tropecé a todos, con sus banderitas rojas y sus puños en alto, en aquella manifestación de homenaje a Salvador Allende. "¿Qué va a ser de ti fuera del partido? ¿Te has vuelto loco?". Quién sabe, igual hasta tenía razón.

Que los dioses del camino te sean propicios, Rosa, porque lo tendrás que recorrer sola.

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